EDITORIAL

Un primer paso para reconocer a Vigo como capital europea de la pesca

Flota amarrada en el puerto pesquero de Vigo.

Flota amarrada en el puerto pesquero de Vigo. / Marta G. Brea

El Institut Français de Recherche pour l’Exploitation de la Mer (Ifremer) es el equivalente en Francia al Instituto Español de Oceanografía (IEO). Lo es también el Leibniz-Institut für Meereswissenschaften (Geomar) alemán o el Nederlands Instituut voor Onderzoek der Zee (NIOZ) holandés. Ninguna de estas instituciones, a excepción de la española, está ubicada en las respectivas capitales de sus países o, por extensión, lejos de la costa. Bien al contrario: sus sedes radican en Brest, Kiel y Texel, respectivamente, sin que los ciudadanos de París, Berlín y Ámsterdam hayan lanzado nunca soflamas en contra de este reparto del peso institucional. De modo que el caso del IEO es una anomalía absoluta que no solo no ha sido corregida por ningún Gobierno en España, sino que todos ellos han perseverado en su centralismo, primero, y en su desprecio a la que es la capital europea de la pesca o la industria de construcción naval en el ámbito científico, por mencionar dos ejemplos. Una capital que no debería estar en la calle Corazón de María de Madrid, sino en la ciudad de Vigo.

Dentro de la presidencia de turno de España de la Comisión Europea, debemos aplaudir la asignación a Vigo de la celebración del Consejo informal de Ministros de Pesca de la UE, que se celebra el próximo martes. Han sido tantos los olvidos hacia el peso y la relevancia de la economía marítima gallegas que una decisión así podría hasta acogerse con sorpresa. Pero es un buen punto de partida desde el cual situar a nuestra ciudad, y por extensión a toda la comunidad, en el estrato estratégico y político que merece en las áreas de pesca, investigación científica, negociaciones de tratados comerciales con terceros países o de asignación de totales admisibles de capturas. Si el gobierno europeo quiere que su mensaje de igualdad de oportunidades o cero fronteras que defiende, que Galicia –segunda economía mundial en sector conservero– acoja al menos parte de las negociaciones de libre comercio con Tailandia no pueden resultar ideas fantasiosas, sino propuestas en firme que ha de enarbolar el Ejecutivo central. Éste y quienquiera que lo presida a partir de las elecciones del próximo domingo. Con el ingente esfuerzo presupuestario que se ha dedicado a las infraestructuras, la periferia geográfica del área de Vigo no puede ser excusa para que la ciudad sea un mero observador en asuntos como la descarbonización de la flota, los problemas de relevo generacional o los ecosistemas marinos vulnerables.

"El Consejo no puede ser el punto y final en el reconocimiento del peso que tiene la ciudad en el ámbito pesquero, sino una palanca que permita resolver los problemas acuciantes del sector"

Y no por una exhibición de galones recolectados en la historia, que los atesora, sino porque no hay ningún otro emplazamiento en el continente donde convivan el principal puerto de pesca de Europa, la mayor densidad de industrias de elaborados con base de proteína marina, los grandes astilleros globales en flota de investigación y oceanografía o un ecosistema científico que incluye al propio IEO, el CSIC, la Universidad de Vigo, la Estación de Ciencias Marinas de Toralla, el Cetmar o el Laboratorio Europeo de Referencia de Biotoxinas Marinas. Todos ellos tienen mucho que decir, pero es preciso escucharlos. Y, por mucho que hayan avanzado las nuevas tecnologías, una visita a un astillero o a una planta conservera nunca podrán ser reemplazadas por los slides de una presentación digital. Por muy confortables que sean las infraestructuras comunitarias de Bruselas o Estrasburgo, las nuevas tecnologías –que nos proporcionan muchas posibilidades de intercomunicación– nunca podrán reemplazar a la experiencia personal, al contacto directo con la realidad.

El Consejo de este martes en Vigo no puede ser un punto y final en el reconocimiento del peso que tiene la ciudad –y el territorio gallego en general– en materia de pesca, sino una palanca de partida en un momento de máxima tensión para todos los actores que participan en la actividad. De lo contrario, el Gobierno central –este y los que vengan– continuará perseverando en un ombliguismo que solo ha beneficiado a las posturas políticas más centrípetas e inmovilistas enquistadas en la capital madrileña, posiciones que denostan cualquier posibilidad de hacer partícipes a todos los españoles de las administraciones que conforman un sector público que pagamos todos.

La descentralización, bien emprendida por el actual Ejecutivo, debe continuar. Y con efectos retroactivos, pues ese será el único modo de corregir anomalías como las del IEO. Sin dejarse arrastrar por intereses partidistas o políticos como los que intentaron, entre ellos algunos eurodiputados del Partido Popular, que este Consejo se celebrara en la capital comunitaria. Un ninguneo que ha quedado en amago, pero que ha de servir de toque de atención a posturas futuras, con la única y legítima línea roja de que la política debe servir al interés general, nunca de unas siglas.

Si Europa también tiene la tentación de pasar de puntillas por la ciudad, como una parada sin retorno, alimentará el euroescepticismo que ella misma se ha afanado en alimentar, con la toma de decisiones autárquicas –los vetos a la pesca de fondo son un excelente ejemplo– y adoptadas desde despachos, lejos de la realidad de los marineros, las redeiras, los astilleros o los subastadores de las lonjas.

opinion@farodevigo.es