parece una tontería

Es una metáfora

Juan Tallón

Juan Tallón

No hace mucho compré una butaca para leer, de color azul, para colocar en un rincón del estudio, al lado de la ventana. La atribuí ese designio –para leer– cuando la descubrí en una página web. Ya después sería para cualquier cosa, incluso para no leer, y ni siquiera para sentarse, sino para colocar cosas encima.

Ya sabemos que las sillas no se conforman nunca con ser solo eso, asientos. Poseen una extraña ambición. Pueden ser mesa, estantería, puerta, armario, casi cama. En el fondo, una silla es una idea, y las ideas representan entidades poderosísimas. El asiento, de hecho, simboliza el poder. A veces también su falta, ¿o qué describe mejor el abandono que una silla vacía?

La butaca venía desmontada. En 10 minutos, quizás en una hora, la ensamblé siguiendo escrupulosamente las instrucciones. Cuando acabé y la puse de pie para admirarla, cojeaba tristemente. Fue una constatación amarga, que no me pilló por sorpresa. Preferí no pensar que venía mal de fábrica, así que la desmonté y, con paciencia, volví a montarla paso a paso, todo lo sabiamente que supe.

"Ahora simplemente me digo que una silla que cojea es una metáfora"

Para mi sorpresa, al finalizar seguía cojeando. Por una parte, me alegraba, porque significaba que el error humano no tenía que ver conmigo. Señalar con un dedo al fallo de otro es una constante en la historia de la humanidad, que proporciona el mezquino alivio.

Por otra parte, me sentí hasta cierto punto estafado. Admito que al ver la butaca desnivelada, haciendo tic tac, como un reloj, resumí mi sentir personal con un “Hijos de puta, siempre robando”. Estaba tan frustrado, y a la vez hundido, que no pude escribir o llamar inmediatamente a los fabricantes. Pensaba en la primera frase que les diría y solo me salía: “Sinvergüenzas, ladrones, inútiles”.

Pero el efecto de esperar fue que, al cabo, me desinflé. Sentí el feroz ataque de la pereza, y fui derrotado. Ahora simplemente me digo que una silla que cojea es una metáfora. Por alguna razón concluyo que, si en un revés se oculta una metáfora, y soy capaz de destaparla, el que sale ganando soy yo.

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