Parece una tontería
Cumplir un sueño
Qué difícil es irse de un sitio. Me refiero a irse bien, y que quede en el aire el arte de tu salida, de forma que nunca se borre, y que pese al tiempo la gente recuerde: “Qué bien se fue”. Necesitas, para conseguirlo, que coincidan demasiadas cosas a la vez: la oportunidad, algo que podríamos llamar estilo, quizás el efecto sorpresa y seguramente una gran frase de despedida. Casi nunca pasa. Xavier Trias, de 76 años, se lo jugó todo a una frase: “Que us bombin a tots” (‘Que os den a todos’). La frase tiene fanáticos y detractores. Queda la duda de si el enunciado, sumado a las circunstancias, alcanza la categoría de arte.
Me hizo pensar en aquello que contaba Marcos Ordóñez de un músico llamado Delaney, que un día ingresó en un hospital con sobredosis. La máquina a la que lo conectaron empezó a pitar. “¡Rápido, un desfibrilador!”, reclamó un médico. “Lo perdemos, lo perdemos”. Se iba. Pero de repente, el paciente abrió los ojos: milagro. “Amigo, hoy es el día más importante de toda su vida”, le trasladó el doctor. Delaney empezó a negar con la cabeza. “No, el día más importante de mi vida fue cuando conocí a El Fary”. Y después, falleció.
“La despedida se vuelve siempre culminante, climática, pues es un marcharse definitivo, frente a los días comunes que están plagados de marchas precarias”
Una buena frase es un sueño universal. Lo evidenció bien aquel revolucionario cuando en su lecho de muerte le pidió a sus seres queridos: “¡Digan que dije algo grande!”. No le vino a la cabeza esa frase magnífica a la que es humano aspirar, pero el sueño de pronunciarla brilló. Y aun así, lo que dijo no estuvo mal. La despedida se vuelve siempre culminante, climática, pues es un marcharse definitivo, frente a los días comunes que están plagados de marchas precarias, temporales: te vas a casa, te vas al bar, te vas a la cama, te vas a la ducha, te vas a bailar, te vas de vacaciones, te vas a pique… Te vas un rato en definitiva, y regresas.
Pero si te marchas de un lugar para siempre, intentas dejar huella, aunque sea verbal, y que te admiren por irte bien. Pero los sueños, como decía Jardiel Poncela, pocas veces se cumplen. La mayoría solo se roncan.
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