¿Quién atentó contra la presa del Dniéper?

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Para el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, no cabe la mínima duda de quién atacó la presa ucraniana del Dniéper, situada en territorio ocupado por Rusia, y provocó el anegamiento de numerosas localidades río abajo.

La destrucción de un sector del dique de contención de uno de los mayores embalses de ese río, el de Nova Kajova, fue, dijo Stoltenberg sin pestañear, “un acto indignante que prueba una vez más la brutalidad de la guerra de Rusia”.

Ni tardó tampoco un minuto el presidente Volodímir Zelenski en culpar al enemigo de esa acción ecoterrorista y contraria al derecho internacional, de la que dijo que “confirma a todo el mundo que (los rusos) deben ser expulsados de todas las esquinas de territorio ucraniano”.

Tampoco parecieron dudar muchos medios de comunicación de Occidente, que atribuyeron en sus primeros titulares de portada el ataque a Rusia aunque otros, algo más prudentes, precisaron que Moscú y Kiev se habían culpado mutuamente del ataque a la presa.

¿A quién creer? Conviene en cualquier caso recordar cómo, en ocasiones anteriores, Kiev y los países de la OTAN no vacilaron tampoco en responsabilizar en un primer momento a Moscú de otros atentados que, luego resultó, que Rusia no había cometido.

Por ejemplo, la voladura de los gasoductos germano-rusos del Báltico, que el periodista de investigación Seymour Hersh atribuyó con lujo de detalles a una acción clandestina conjunta de EE UU y Noruega y que, según ‘The Washington Post’, fue un plan ucraniano con conocimiento previo de la CIA y de un servicio de inteligencia europeo.

También se culpó en su día a Moscú de los reiterados ataques contra la central nuclear de Zaporiyia pese a la contradicción que suponía el hecho de que los rusos atentaran irresponsablemente contra unas instalaciones nucleares controladas ya militarmente por ellos.

Ya dijo Esquilo, el gran dramaturgo de la antigua Grecia, que “la verdad es la primera víctima de la guerra”. Y, sobre todo los medios, deberían tenerlo muy presente a la hora de informar.

Mientras tanto solo cabe hacer conjeturas, como las hizo el teniente coronel en la reserva Tony Shaffer, autor de varios libros donde cuenta sus experiencias como agente de la inteligencia militar estadounidense en Afganistán.

Según Shaffer, solo cabe preguntarse, como ocurrió con la voladura de los gasoductos Nord Stream, a quién beneficia más lo ocurrido y, en su opinión, es a las fuerzas ucranianas, que han querido distraer a la opinión pública del hecho de que su país está perdiendo la guerra pese a lo que afirman Washington y Bruselas.

El presidente ucraniano, sospecha Shaffer, ha tratado de presentarse una vez más como víctima de la “brutalidad” rusa y pretende con ello que la OTAN incremente su ya incesante ayuda militar al país ocupado.

Frente a lo que afirma continuamente el Gobierno de EE UU, que se dice dispuesto a apoyar militar y económicamente a Ucrania “todo el tiempo que sea necesario”, las cosas no parecen marchar últimamente bien para el ejército ucraniano.

Para Shaffer, va siendo hora de reconocer que “el sufrimiento del pueblo ucraniano no vale los esfuerzos de los ‘neocons’ del Departamento de Estado tendentes a 'debilitar a Rusia'”.

Pero no todo son conjeturas como las de ese exmilitar y antiguo espía: así, el propio general ucraniano Andriyi Kovalchuk confesó el año pasado al diario ‘The Washington Post’ que sus tropas habían atacado con lanzamisiles norteamericanos Himars esa misma presa en una especie de ensayo para ver si podían destruirla en caso de que fuese necesario.

Es como cuando el propio presidente de EE UU, Joe Biden, se jactó, en respuesta a un periodista, de que su país encontraría el método de acabar con los gasoductos Nord Stream 1 y 2, algo que finalmente terminó ocurriendo.

La presa de Nova Kajoya no solo abastece de agua a la península de Crimea, anexionada por Rusia, sino que las aguas de ese río sirven también para la refrigeración de la central nuclear de Zaporiyia, desde hace tiempo ya bajo control ruso. ¿Son los rusos tan irresponsables como para tirar piedras sobre su propio tejado?

Es por todo ello urgente una investigación internacional de lo ocurrido, pero hay que ser escépticos después de que el Consejo de Seguridad de la ONU no llegase tampoco a un acuerdo para aclarar finalmente lo ocurrido en el Báltico con los dos famosos gasoductos. Parece que no interesa a los responsable de esa acción de supuesto terrorismo de Estado.

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