Crónicas galantes

Sexo de boquilla

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Ya que no lo practicamos mucho, el Gobierno ha decidido animarnos a que hablemos de sexo. Bajo este último lema, un ministerio invita a los españoles y españolas en general a dejar de lado los tabúes que les impiden abordar con naturalidad estos asuntos vinculados a la entrepierna.

Por extraño que parezca, la campaña educativa lanzada por la ministra y viceministras del ramo no se dirige a la España de los años setenta del pasado siglo, sino a la de ahora mismo. Quizá piensen que aún vivimos en tiempos de las películas de destape, cuando Alfredo Landa perseguía suecas como un poseso por los pasillos de cualquier hotel de la Costa del Sol.

El de entonces era, en efecto, un país vagamente onanista que no paraba de hablar del sexo, costumbre que ahora quieren recuperar desde los ministerios. A falta de otro, se practicaba frenéticamente el sexo oral o de boquilla, que consistía en que todos hablasen mucho de sus imaginarias hazañas eróticas.

Avergüenza un poco recordar que España era un lugar así de reprimido; pero esa época del NO-DO pertenece ya a la historia.

El país ha cambiado lo bastante en estos últimos decenios como para que podamos jactarnos de ser gente moderna, por más que de vez en cuando afloren aquí fenómenos extrañamente añejos. Por ejemplo, el movimiento del 15-M con sus acampadas, su toque hippie y su obsesión por las hipotecas y los chalés.

De ahí proceden algunos de los ministros –y, sobre todo, ministras– del actual Gobierno, lo que acaso explique campañas como la que en estos días invita a la población a hablar de sus intimidades sexuales.

Nada hay más antiguo, en realidad, que la pretensión de ser vanguardista o, simplemente, epatar al burgués para suscitar el escándalo de las templadas clases medias. Curada de asombros, la burguesía ya no suele incomodarse por estos pellizquitos de monja que se le dan desde la parte más conservadoramente izquierdista del Gobierno.

Tan rancio es el propósito de la campaña en curso que incluso su lema más notable –“Hablemos de sexo”– se corresponde con el título de un programa de televisión de 1990. Hace treinta y tantos años, aquella emisión dirigida por Narciso Ibáñez Serrador que presentaba la sexóloga Elena Ochoa sí que fue, a su modo, revolucionaria.

Muchas lunas han pasado desde entonces. La sociedad ha evolucionado lo suficiente como para que sea ya poco lo que se puede enseñar de sexo a los chavales e incluso a los adultos; aunque en estas delicadas cuestiones nunca se sabe.

Las relaciones de pareja se normalizan ahora mediante programas televisivos de citas como First Dates, sin otra pretensión que la de ganar una merecida audiencia. En ellos se empareja con la necesaria normalidad a heterosexuales, demisexuales, homosexuales, poliamorosos y cualquier otra variante del deseo que ni siquiera las sores ministras podrían tal vez imaginar. Y sin que esa actividad didáctica cueste un euro al contribuyente.

Será que en el Gobierno no ven mucho la tele o solo ven películas de los setenta. Pero el caso es que ahí seguimos, promoviendo el sexo de boquilla.

Suscríbete para seguir leyendo