Crónicas galantes

El innovador ramo de la ‘fariña’

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Una parte acaso no desdeñable de la economía de Galicia tiene carácter sumergido. Da cuenta de ello el último hallazgo de un submarino, que sería ya el tercero de los usados por los emprendedores del sector de sustancias euforizantes para introducir su producto por las intrincadas costas de este reino.

Se ignora todavía si la fariña llegó en esta ocasión a buen o mal puerto, aunque las bodegas vacías sugieren que, además de carga, hubo descarga.

Tampoco se sabe si otros ingenios similares lograron completar la travesía del Atlántico sin ser detectados. No sería de extrañar, si se tiene en cuenta que la principal virtud estratégica de los sumergibles es el sigilo que les permite pasar inadvertidos: así en la guerra como en el comercio.

Aspectos morales y delictivos aparte, no se les puede negar a los contrabandistas su notable iniciativa empresarial. De hecho, el primero de sus submarinos, encontrado allá por el año 2006, era de fabricación autóctona, por más que se ignore el astillero o galpón en el que lo construyeron.

No es seguro ni aun probable que los narcos se inspirasen para facturarlo en la vieja tradición naval de las rías, tomando como ejemplo el batiscafo que hace más de un siglo ideó y logró botar en Vigo el ingeniero Antonio Sanjurjo. Prueba de ello es que aquel primer narcosubmarino de producción propia no superó las pruebas de mar y acabó varado en las proximidades de las islas Cíes.

Desechada esa vía artesanal, los importadores de fariña intentaron cuatro años después la compra de un navío semisumergible provisto de mando a distancia, como los de la tele. La operación fracasó por nimias diferencias comerciales entre la parte ofertante, que pretendía alquilar el submarino, y los narcos gallegos, empeñados en comprarlo o, al menos, adquirir sus planos de construcción.

Fue ya en noviembre de 2019 cuando llegó a término el primer viaje submarino de una nave cargada de fariña entre las costas de América y las rías de Galicia. El semisumergible hundido en Aldán con tres toneladas de coca a bordo era de manufactura ultramarina, eso sí; y a los gallegos se les reservaron únicamente las tareas de pilotaje de la embarcación.

Otro tanto podría haber ocurrido con el narcosubmarino que esos días de ahí atrás quedó a la deriva en aguas de la ría de Arousa. Faltan aún detalles por conocer, pero todo indica que los contrabandistas gallegos han perdido el carácter emprendedor que los distinguía, para resignarse a funciones de simple transporte y recepción del producto.

Atrás quedan los años de inventiva empresarial, cuando aplicaban la política de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) a sus empresas clandestinas. Ya no hay proyectos para la construcción de submarinos propios; si bien es cierto que parecen seguir manejando aquellas planeadoras dotadas de los últimos adelantos electrónicos que les dieron fama, aunque fuese mala.

Nada cuesta imaginar que la aplicación a los negocios legales de ese espíritu innovador exhibido a veces por los contrabandistas ayudaría a que el PIB de Galicia saliese a flote. No hay noticia de tal reconversión. Por desgracia ya se ve lo boyante que sigue siendo, literalmente, la economía submarina en este país.

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