Limón & vinagre
Todos somos Yoko Ono
Yoko Ono | Artista conceptual
Manifestación del 8M en una gran ciudad española. Una joven que nunca fue coetánea de los Beatles, ni siquiera de la carrera en solitario de Lennon, y que cuesta pensar que logre apartar de su presupuesto los 100 euros de media que costaba la entrada para ver a Paul McCartney en sus últimas actuaciones en Madrid o Barcelona, marcha junto a un grupo de personas al paso por uno de los puntos de referencia de la marcha. No ha cumplido aún los 30 y corea orgullosa las consignas que todos secundamos durante varias horas de comunión con la causa feminista. Su pelo es una mezcla de color natural y un tinte malva aplicado ad hoc. Porta una gran bolsa de tela colgada en bandolera en la que puede leerse Asociación Guipuzcoana de Amigas de Yoko Ono. “La frase no es mía, eh, pero me encantó”, arguye cuando le pido permiso para tomar una fotografía. La asociación existe. Nació en 2007 y de ella han nacido iniciativas artísticas más que prometedoras .
Medio siglo después de la separación de los fab four de Liverpool, surge una generación que, amando probablemente el repertorio de los Beatles, ha dejado de odiar a Yoko, lo que para cualquier melómano es, sin duda, un punto de inflexión más allá del #MeToo. El feminismo reivindica a Yoko, la redención de Yoko Ono, Yoko Ono redimida, Yoko Ono reconstruida (o deconstruida). Titulen este artículo como mejor consideren, a gusto del lector. Like si están de acuerdo, retuit si tienen en consideración la injusticia cometida a lo largo de décadas con la artista conceptual y cantante –con la mujer, en definitiva– que durante cinco décadas ha cargado con la culpa de la separación de la mayor conjunción de compositores de la cultura pop de la historia. La culpa de todo la tiene Yoko Ono, cantaba el grupo vigués-madrileño Def Con Dos. El pasado 18 de febrero, la viuda negra cumplió 90 años.
Paul McCartney anunciaba el 10 de abril de 1970 su salida de los Beatles y, por tanto, la disolución del grupo. Faltaba por publicarse aún Let it be, que saldría en mayo de ese final de década. De entre las múltiples causas del divorcio más traumático del rock and roll (la muerte del mánager Brian Epstein y el consiguiente desbarajuste financiero y legal, los egos del principal dúo compositor, sus diferencias artísticas, la ausencia de actuaciones en directo, etcétera), la que ha calado en el imaginario universal de la infamia es la presencia omnímoda de Yoko, no solo en la vida de John Lennon, sino en el trayecto final de la banda hacia su desintegración. Reacios a que las novias o esposas acudieran a las minuciosas sesiones de grabación del grupo, Yoko Ono aparece en todos los documentos audiovisuales de los registros de Let it be. Incluso, se permite alguna sugerencia de instrumentación a los compositores del Sergeant Pepper’s o el White Album. Sacrilegio. Hasta una canción de 1969 registrada oficialmente en el haber de los Beatles, grabada durante las sesiones de Abbey Road y que aparece acompañando el single Old Brown Shoe, una pieza de Harrison, rompe la barrera de los personalismos del cuarteto: The ballad of John and Yoko.
Culpable de todo
Mujer, de origen asiático y siete años mayor que Lennon. Machismo, racismo y edadismo. La historia no ha tenido piedad con Yoko Ono, en cuya defensa sale cargado de razones el movimiento feminista. A diferencia de Linda McCartney, Pattie Boyd o Maureen Starkey, mujeres de los otros tres miembros del cuarteto en el año de la separación, la artista japonesa ha deambulado por el tiempo como eterna culpable. Culpable de todo, hasta de dejar a los Rolling Stones como únicos acreedores del cetro del rock and roll. Es muy probable que sus presuntos delitos arrastren el agravante de sus peculiaridades como artista. El último álbum de John Lennon, aquel Double fantasy que autografió a Mark David Chapman antes de que este le descerrajara cinco disparos a las puertas del Dakota, incluye varias composiciones de la japonesa. A decir verdad, canciones irritantes e infames que empañan el magnífico testamento de Lennon.
“Mil cosas se podrán decir, pero la verdad solo la conocen cuatro”, sentenció Paul McCartney años después de la ruptura de la banda. Una vez redimida, si aceptamos que Yoko fue la responsable de aquel rockicidio, asumamos también que sin ella, Lennon jamás habría compuesto Jealous Guy, Woman, Just like (starting over) o, sin ir más lejos, Imagine. Quizá les suenen.
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