El horizonte abierto de Ceferino

Carlos Núñez

Carlos Núñez

Ceferino de Blas se ha ido por el camino del silencio, como una puesta de sol tras las Illas Cíes. Los que saben de esas cosas siempre nos dicen que esos lugares han sido, desde antiguo, el embarcadero en donde el mitológico barquero Caronte recogerá sus restos para conducirlos a través de los mares a alguno de los paraísos soñados.

Vigo acaba de perder una gran figura de la comunicación y de la cultura. Con su nobleza y agarimo galaico-asturiano, quiso irse de manera sencilla como había vivido. Nada humano le era ajeno, como la libertad de conciencia y el derecho a pensar libremente. A nuestra sociedad local y nacional dedicó permanente atención desde sus amplias miras profesionales; atención que rehuía la tentación reduccionista de una historia y una tradición con derivas de enfrentamientos, para proyectarla al resto del mundo a través del conocimiento y de la imagen de universalidad con que él contemplaba la vida y la convivencia.

Nuestro gran Cronista de Vigo y miembro del Instituto de Estudios Vigueses, supo diseñar los hilos invisibles que conectan el increíble imaginario de la información, a través de un sentimiento de integridad que hoy nos deja una herencia de múltiples aportaciones para el debate periodístico, social y político.

Ceferino de Blas, a quien nunca le he visto bajar la cabeza, es un valor de nuestra democracia por su gran sensibilidad y noble compromiso con la libertad de expresión, y un hito en la vida viguesa como gran relator de los avatares de unos tiempos que cambiaron nuestras vidas. Su trayectoria profesional fue impecable; su trabajo como informador, escritor y director de medios, digno de admiración.

En nuestra última conversación estábamos convencidos de que llegaremos a ver el día en el que los ciudadanos/as europeas podamos creer en la verdad y la ética de la información, para interpretar el mundo y poder cambiarlo con la ayuda del periodismo plural e independiente.

*Miembro del Instituto de Estudios Vigueses