Crónica Política

La estabilidad

Javier Sánchez de Dios

Javier Sánchez de Dios

Abierta ya sin disimulos la precampaña –podría suprimirse el “pre” de no ser por la normativa–, y con la pintoresca ocurrencia gubernamental de crear una especie de comité para “combatir las noticias falsas de la derecha”, no viene mal analizar siquiera el recado del señor presidente Rueda: no habrá anticipo electoral en Galicia. Se había especulado con eso, como suele ocurrir en víspera de urna, que el PPdeG podría aprovechar la aparente ventaja del líder de la oposición, el también gallego Alberto Núñez, para asegurar aquí la mayoría absoluta, pero su señoría argumentó en la radio autonómica que aquella hipótesis no es previsible “porque la estabilidad la hace innecesaria”.

A partir de ahí, el anuncio de don Alfonso admite comentarios. El primero para darle razón: es obvio que la mayoría absoluta actual dura, salvo catástrofe, cuatro años, y al presidente actual aún le queda un año y pico de mandato tras el relevo, legal y por tanto legítimo, de su predecesor por el Parlamento gallego. Otra razón, diferente, podría ser la de que necesita el tiempo para consolidar su rol actual que, a pesar de las críticas de sus adversarios, le proporciona un aumento constante en popularidad, conocimiento y estima por parte de los gallegos. En tercer lugar, porque agotar la legislatura le vendría bien a su partido, hegemónico en Galicia y con una gran presencia en sus provincias.

Ese potencial puede servirle, por ejemplo, para aprovechar el previsible bajón del PSdeG y la pérdida de impulso del Bloque, a día de hoy auténtica alternativa, pero con ramalazos soberanistas que sorprenden si se tiene en cuenta que para llegar a donde quiere necesitará de muchos votos que no comulgan en todo o en parte con esa doctrina. Sea como fuere, cuando se conozcan los resultados de las municipales, y aunque no sean en absoluto extrapolables a otros cualquiera de los varios comicios que aguardan, tienen cierta similitud con las encuestas en el sentido de que marcan tendencia, pero ya medible una vez que se haga balance de resultados justo a final de mayo.

En todo caso, y retornando a la cuestión de la estabilidad, el señor presidente Rueda sabe bien que lo que hoy es virtud puede ser mañana algo peor si no se acompaña de un liderazgo reconocible. Y que no ha de asentarse únicamente en el “gancho” que tienen algunos políticos de cara a la impresión de la ciudadanía: también surge, y suele ser duradero, de acertar con las tareas que la gente del común, y por ende el país, espera de quien lo lidera. Y eso se traduce, aquí y ahora, por ejemplo, en la urgencia de un Plan Estratégico para Galicia que lo contemple todo como posibilidad y tenga en cuenta cuanto más mejor.

El pre/estudio que su antecesor anunció quedó prácticamente muerto con los acontecimientos posteriores a su anuncio –desde la guerra de Ucrania a la crisis energética y la inflación consiguiente– y que por tanto mantiene el hueco sin cubrir. Y ahí está el liderazgo que algunos le discuten a su señoría: en la capacidad para imaginar primero una gran Galicia y la eficacia para hacerla realidad después. Es el momento oportuno, con la posibilidad de reducir, gracias a las renovables, la dependencia energética del país, el remate de las grandes infraestructuras pendientes mediante la presión popular a través de las elecciones –todas– que vienen y, en definitiva, al rearme industrial que han de suponer los fondos europeos que a esta tierra le corresponden. Y sí: para eso sirve la estabilidad, y con eso se puede afianzar un liderazgo con Un Plan Estratégico para Galicia. Estabilidad con un PEG.