Opinión

Al multimillonario no le abren el puente

Calvino vs. Bezos

Uno de los hombres más ricos del mundo, Jeff Bezos, dueño de Amazon y del ‘Washington Post’, se proponía sacar al mar abierto el mayor yate de vela del mundo, Y721, que se está construyendo en Holanda. Un barco con 417 pies de largo, tres grandes mástiles, demasiado altos para pasar con seguridad por debajo del puente y un valor revelador: 500 millones de dólares.

En Rotterdam, el mayor puerto de Europa y uno de los principales centros de construcción naval, incluidos los superyates, se erige el primer puente levadizo vertical de los Países Bajos, inaugurado en 1927 e icono de la resistencia de la ciudad. Fue la primera estructura restaurada tras los bombardeos nazis que devastaron la ciudad, en 1940, durante la Segunda Guerra Mundial.

El puente de Koningshaven –“De Hef”– es un entramado de acero de color verde musgo, con forma de “H” que sirvió como puente ferroviario durante décadas, hasta que fue sustituido por un túnel y desmantelado a principios de los años noventa. Desde entonces está inactivo y representa el triunfo de la función sobre la forma.

El vano central elevado del puente tiene 230 pies de altura en su punto más alto, lo que indica que carece del espacio libre para el barco de Bezos, construido por Oceanco, empresa holandesa que solicitó al ayuntamiento de Rotterdam que desmantelara –“brevemente”– el puente, lo que permitiría al buque navegar por el canal del Puerto del Rey y salir al mar.

Al multimillonario no le abren el puente

Al multimillonario no le abren el puente / Luis Sánchez-Merlo

Estaba pensado que la operación se llevara a cabo durante el verano, habría durado uno o dos días y el fabricante correría con los gastos. La operación rápida y gratuita para los contribuyentes, no habría interrumpido nada. El coste nunca se hizo público. El desmantelamiento no habría sido la primera vez, ya que el puente había sido desarmado en otras ocasiones, la última en 2017 para su renovación.

La petición obtuvo la aprobación del ayuntamiento, para un breve desmonte del centro del puente, que permitiera el paso del barco de Bezos. Pero el revuelo que se montó fue considerable y el constructor del barco decidió retirar la solicitud, por miedo al vandalismo y las amenazas a los 300 empleados.

El teniente de alcalde de la segunda ciudad de los Países Bajos informó de la retirada de la petición de desmantelamiento, repliegue que se presentó como una victoria popular sobre uno de los hombres más acaudalados del mundo.

La furia ciudadana, “mantén la columna vertebral recta para semejantes oligarcas”, llevó al ayuntamiento a retractarse, con el rabo entre las piernas y los votos en el aire. No entendió la importancia de las emociones y malinterpretó el calado de los sentimientos sobre el puente. En realidad, el problema no era sólo este multimillonario y este yate en particular. Era este puente en particular. Lo que desconcertó a quienes se sentían “orgullosos de que este tipo de barcos naveguen por nuestra ciudad”.

¡Cómo se iba a plegar la ciudad a la voluntad del magnate dándole el respiro de facilitar la salida al mar de su paquebote, desmontando para ello un puente convertido en el hito más reconocible de la ciudad portuaria y símbolo de resistencia!

Se salieron con la suya quienes –a caballo entre la ironía y la indignación– sostuvieron que había que mantener el puente intacto, al tiempo que lanzaban una serie de preguntas: “¿Qué puedes comprar si tienes dinero ilimitado? ¿Puedes saltarte todas las normas? ¿Puedes desmontar los monumentos?”.

¡Cómo se iba a plegar la ciudad a la voluntad del magnate –140.000 millones de dólares declarados– dándole el respiro de facilitar la salida al mar de su paquebote, desmontando para ello un puente convertido en el hito más reconocible de la ciudad portuaria y símbolo de resistencia!

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A los holandeses les gusta decir: “Actuar con normalidad ya es una locura y los ricos no actúan con moderación. Pensamos que hay que ser normal, eso es suficiente”. Con esta presentación, uno no se extraña de la prevalencia de la modestia frente a la extravagancia, la comunidad frente al individuo, encajar en lugar de destacar.

Pero el choque ciudadano asombrado con la riqueza de Jeff Bezos –cuya familia es originaria de Villafrechós, un pueblo de la provincia de Valladolid– fue mucho más allá y se convirtió en un choque frontal de valores, tan alejados unos de otros.

En Holanda todavía perdura la idea de que nadie es mejor que nadie, ni merece más, lo que se deriva de un hecho geográfico imposible de ignorar. Un tercio de los Países Bajos, aproximadamente, está por debajo del nivel del mar, y durante siglos los ciudadanos no han tenido más remedio que unirse para crear una infraestructura de diques y sistemas de drenaje para seguir vivos.

La austeridad –asentada en virtudes como la autodisciplina, la frugalidad y la conciencia, algo tan arraigado como demuestra la actitud holandesa hacia la riqueza– echa sus raíces en el calvinismo, la rama religiosa más popular del protestantismo, desde hace cientos de años.

Su creador, Calvino aprovechó la incapacidad de la Iglesia de Roma –que no supo reaccionar con sensibilidad a la ostentación de riqueza y a los escándalos morales en las altas instancias eclesiásticas– impulsando una severa reforma religiosa para suprimir abusos e injusticias del clero y rectificar ideas y conductas erróneas, como evitar el lujo y el derroche en los templos cristianos, la soberbia en sus ministros, la adoración de las imágenes.

Los ricos en Holanda se cuidan de no hacer alarde de ello y hay cierto orgullo en que el primer ministro vaya en bicicleta a despachar con el rey

El puritanismo –sistema de vida doctrinal y moral, desarrollado por el joven teólogo– está presente en algunas formas del capitalismo moderno que se han vinculado habitualmente a aquella manera de entender la vida, la moral y el trabajo.

El dinero se administra, se tiene la responsabilidad de cuidarlo; lo que significa dar mucho, ser generoso con los demás. Gastar de forma ostentosa se considera malo para la sociedad y para el alma. Está regulado lo que se ha de consumir en cada comida: dos platos, uno de verduras y otro de carne, sin postres. Los ricos en Holanda se cuidan de no hacer alarde de ello y hay cierto orgullo en que el primer ministro vaya en bicicleta a despachar con el rey.

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Meses después del alboroto inicial, cuando los ciudadanos de Rotterdam juraron que –si el superyate atravesaba el puente– lo bombardearían con huevos podridos en señal de protesta, el barco de Bezos ha sido desviado silenciosamente, escabulléndose en medio de la noche. Una hazaña nada fácil si se tiene en cuenta que el barco alberga tres niveles de cubierta, una piscina y una plataforma de aterrizaje para helicópteros.

Remolcado –por una ruta deliberadamente más larga– para evitar pasar por debajo del puente, con destino a otro astillero, Greenport, donde continuará la construcción, lejos de los combativos protestantes: “Rotterdam fue construida a partir de los escombros por la gente de Rotterdam, y no vamos a desmontar eso por el símbolo fálico de un multimillonario megalómano. No sin luchar”.

¿Construir el mayor velero del mundo y desmontar el monumento más emblemático de una ciudad?

El estribillo en la ciudad es que Bezos “no paga sus impuestos”, lo que no significa que sea considerado un estafador fiscal. Quiere decir que no está luchando contra la desigualdad compartiendo su dinero, una obligación que trasciende la fiscalidad.

¿Construir el mayor velero del mundo y desmontar el monumento más emblemático de una ciudad?

En su “Vida de Disraeli” –uno de los hombres políticos más grandes y complejos que han existido– escribía el novelista y ensayista francés André Maurois, algo que resulta muy actual: “Una nación no es un ser abstracto, cuyos derechos se pueden destruir con una sencilla operación. Una nación es una obra de arte y una obra del tiempo. Tiene un temperamento, lo mismo que un individuo”.

Eso pasa en los pueblos que no se dejan impresionar fácilmente. El dinero no lo es todo. El silogismo es sencillo: que desmonte su barco antes que desmontar el puente.

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