Kellyanne Conway, la exasesora de Donald Trump, acaba de publicar sus memorias. El libro no parece estar escrito para la posteridad; forma parte de un efímero subgénero que genera cuantiosos beneficios nutriéndose del escándalo. Sus autores suelen ser antiguos colaboradores del presidente que fueron despedidos o ignorados; republicanos arrepentidos que, en un ataque de conciencia, se cayeron del caballo al verse convertidos en cómplices de la infamia; oportunistas que buscan su lugar bajo el sol en una tertulia televisiva que hasta hace poco detestaban; fanáticos que perdieron la fe en el hombre pero no en su proyecto; personajes más o menos siniestros procedentes de diversas disciplinas, desde abogados y políticos hasta fixers y celebridades.

"Quien ostenta el dudoso honor de haber introducido el concepto de “hechos alternativos”, afirma que ella tuvo el valor de decirle a Trump que había perdido las elecciones"

En este caso, sin embargo, se trata de un relato favorable, escrito con la solemnidad de quien creyó haber descubierto al héroe de los estadounidenses olvidados, de quien asegura haber entendido bien las necesidades del pueblo. Trump, de acuerdo con Conway, fue un líder con una idea clara del país, transformador y compasivo; lo retrata casi como un feminista frustrado, porque, según ella, colocó en puestos importantes a varias mujeres, entren ellas a su hija Ivanka, que conciliaban heroicamente la vida laboral con la vida familiar. Habla también de sus encontronazos con el yerno de su jefe, Jared Kushner, a quien le reprocha el haber bloqueado algunas de sus propuestas, y de los problemas que padeció su matrimonio (el cual se vio deteriorado por el papel que ejerció ella en la administración, pues su marido se convirtió en uno de los mayores críticos de Trump en las redes sociales), así como de las acaloradas discusiones que mantuvo con otros asesores acerca de cómo no erosionar la popularidad del presidente y enfocarse en los asuntos por los cuales había sido elegido.

Conway, quien ostenta el dudoso honor de haber introducido el concepto de “hechos alternativos” en el lexicón de nuestros tiempos políticos, afirma que ella tuvo el valor de decirle a Trump que había perdido las elecciones. Esta verdad, como es lógico, sobresale en unas páginas en las que se explica básicamente cómo se construyen y se venden las mentiras. Para ella, Trump, a quien jamás se le pasó por la cabeza que podía ser derrotado por Joe Biden, es víctima de la incompetencia de unos consejeros que desaprovecharon el abultado presupuesto de la campaña. Ni una señal de autocrítica o de intento de reflexión, ni siquiera cuando se reconoce implícitamente que desde el poder ejecutivo se había puesto a prueba la resistencia de las instituciones. La culpa es de los medios de comunicación y de los demócratas. De los que se sitúan en el otro bando de la guerra cultural. La historia de Conway es una historia de éxito personal que ha sido posible gracias a una tragedia nacional. De ahí la existencia de este libro.