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Joaquín Rábago.

Indignación moral

Podemos pensar, en vista de lo que sucede en Ucrania y cuyas imágenes nos muestran a todas horas todos los medios, que el mundo entero comparte nuestra indignación moral por la brutalidad del país agresor en esa guerra.

Y es posible que ese sea el caso en muchas partes, pero en otros lugares, la natural y lógica empatía con las víctimas no impide que afloren al mismo tiempo sentimientos distintos como puede ser la indignación en cambio por un agravio comparativo.

Perciben muchos en el llamado Sur Global, es decir, en eso que antes llamábamos Tercer Mundo, que no han recibido nunca las víctimas de otras guerras el mismo tratamiento que están recibiendo las de Ucrania.

Y lo atribuyen sobre todo a la herencia del colonialismo y al racismo, sin que algunos de los comentarios que hemos podido escuchar en nuestros medios a ciertos reporteros y políticos sobre ese conflicto priven de razón a sus quejas.

La propia emisora estadounidense CNN ha creído oportuno informar de la irritación que en el mundo árabe está generando la cobertura de la Ucrania en comparación con otras guerras, incluso más sangrientas para la población civil, como las de Irak, Libia o la actual del Yemen.

La Asociación de Periodistas Árabes y de Oriente Medio ha condenado en una declaración pública lo que percibe como “la normalización” de otras guerras, que atribuyen a una clara doble moral.

Los columnistas y reporteros occidentales, se lamentan aquéllos, no han manifestado nunca la misma indignación que manifiestan ahora ante el ataque ruso al país vecino que por los cientos de miles de yemeníes muertos por culpa de la guerra y las enfermedades en su país desde la invasión de Arabia Saudí, país aliado de EE UU.

Algunos ponen como ejemplo de esa “doble moral” las palabras de un enviado especial de la cadena estadounidense CBS que en una de sus crónicas explicaba que “con todo respeto, Ucrania no es un país como Irak o Afganistán”, sino “relativamente civilizado, relativamente europeo (…), donde uno no espera que ocurran esas cosas”.

También el ex fiscal general de Ucrania David Sakvarelidzze declaró a la BBC que “es muy emotivo (lo que allí sucede) porque veo cómo mueren diariamente a gente europea rubia y de ojos azules en los ataques de los helicópteros y misiles rusos”, palabras a las que asintió el entrevistador.

El conocido periodista de investigación australiano John Pilger, una de las pocas voces disidentes, junto al nonagenario Noam Chomsky, en el coro de condena occidental sin paliativos a los crímenes rusos, califica lo que ocurre de “histeria belicista”.

La Guerra Fría terminó, pero siguió prevaleciendo en buena parte de Occidente la mentalidad entonces imperante como si la Rusia postsoviética siguiese siendo comunista en lugar de capitalista y corrupta.

“Lo nuevo es la eliminación virtual de toda voz discordante en los grandes medios, critica Pilger, acérrimo defensor del fundador de Wikileaks, Julian Assange, a quien espera una condena a cadena perpetua en Estados Unidos por haber revelado al mundo los crímenes de la superpotencia en la guerra de Irak.

Pilger y otros periodistas de la vieja escuela se quejan de que no solo hayan ignorado los medios occidentales los ataques del Ejército ucraniano contra los habitantes rusófonos de la región de Donbás.

O de que muchos medios de comunicación ni siquiera se molesten en contrastar las noticias que llegan de Ucrania y que den siempre por buena la versión que de la guerra dan tanto la OTAN como el gobierno de Kiev, faltando así a la objetividad y al rigor que deben presidir siempre la labor informativa.

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