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Ceferino de Blas.

El discurso de Consuelo Burell

El profesor Alonso Montero acaba de desvelar que el primer homenaje que se rindió en España a Antonio Machado, después de su muerte en Colliure (Francia), en 1939, fue en Vigo, en pleno franquismo. Lo ha dejado escrito en su libro El hombre y la obra de Antonio Machado dentro de las coordenadas del franquismo. La autora de aquel primer homenaje, que se atrevió a ensalzar a un personaje entonces repudiado por el régimen, fue la profesora del Instituto Santa Irene Consuelo Burell, hija del que fue ministro de Instrucción Pública de Alfonso XIII, Julio Burell.

De raza le viene al galgo, ya que su padre, en contra de la Academia, y de todos los colectivos intelectuales dominantes, concedió el título de catedrática a Emilia Pardo Bazán. Después, una confabulación de profesores y alumnos la boicotearon e impidieron que diese clases, pero ya nadie le pudo quitar a la condesa el título de catedrática del que tanto presumió.

La biografía de Consuelo Burell está cercenada y es incompleta por propia voluntad, ya que fue uno de esos personajes que optó por destruir su legado profesional y personal como si al acabar la vida quisiera que desaparecieran todos sus rastros. Pero fueron tantos los méritos que acumuló que no ha podido borrar muchas de sus huellas y experiencias.

Quien primero rescató el testimonio de su valía fue su más famosa discípula, la novelista Carmen Laforet, quien desveló en sus Memorias que había sido en Las Palmas la profesora que le había imbuido el entusiasmo por la literatura y cuya amistad perduró toda la vida, hasta el extremo de que en 1971, cuando se separó de su marido Manuel Cerezales y no tenía donde instalarse le cedió su apartamento en Madrid.

En los archivos del Santa Irene figura que Consuelo Burell accedió a este instituto en el curso 1938-39, que fue durante un corto tiempo directora accidental y que marchó a Segovia, su último destino profesional, en el verano de 1961. En la capital castellana dejó tan buen recuerdo que pusieron su nombre a un centro académico.

Consuelo Burell, cuando empezaba su labor docente y estaba encargada de la asignatura de Lengua y Literatura, coincidió en el año 1933 con Antonio Machado, catedrático de Lengua Francesa, en el instituto madrileño Calderón de la Barca.

Fue en la lección de apertura del curso 46-47 cuando recuerda al poeta sevillano, que había huido desde Cataluña a Francia, junto a decenas de miles de refugiados, perseguidos por las tropas de Franco, en marzo en 1939.

"Llegó a ser un personaje reconocible en Vigo durante las dos décadas de los 40 y 50 en que residió, un tiempo nebuloso, debido a la situación política de censura y hostigamiento contra la intelectualidad no sumisa"

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El discurso inaugural se celebró en el salón de actos del Santa Irene, presidido por las autoridades civiles y militares, y completamente abarrotado, el lunes, día 7 de octubre, y versó sobre el tema: “Antonio Machado y su obra poética”.

La crónica del acto resume su intervención así: “El discurso de la señorita Burell Mata, admirable de profundidad, bello en la forma y magistral en la descripción, fue escuchado con gran atención y muy aplaudido al final”.

Llegó a ser un personaje reconocible en Vigo durante las dos décadas 40 y 50 en que residió, un tiempo nebuloso, debido a la situación política de censura y hostigamiento contra la intelectualidad no sumisa.

Su protagonismo, especialmente en el instituto Santa Irene, también se extendió a otros ámbitos de la ciudad. Pronunció varias conferencias y escribió la primera crítica que se le dedicó en la prensa gallega a la novela de su discípula, Carmen Laforet, Nada, la obra que abrirá las puertas a las mujeres al mundo de la literatura, y que prestigió desde los orígenes el premio Nadal. En 1953, cuando este periódico convoca un concurso de poesía para conmemorar su centenario, será miembro del jurado con Filgueira Valverde.

La recuperación del episodio histórico del elogio a Machado por parte de Alonso Montero, uno de sus discípulos, reporta a Vigo un prestigio que merece recordar, por ser el escenario donde se rindió el primer tributo de reconocimiento a uno de los poetas más grandes que ha dado España en su historia. Un miembro de la terna de los más citados y cantados durante la transición con García Lorca y Miguel Hernández.

Es un dato que a algunos les parecerá poco relevante, pero que encierra el valor de ser un testimonio para sentirse orgulloso porque ese primer elogio a Machado, en pleno franquismo, se haya producido aquí.

Lo hizo posible Consuelo Burell –condesa de Torre Mata–, la catedrática de Literatura del Santa Irene, que forma parte del patrimonio inmaterial y cultural de la ciudad. ¡Lástima que haya desaparecido el texto de su discurso machadiano, como el resto de las conferencias que pronunció en Vigo!

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