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Marcelino Otero López

Independencia energética

Decir que España es un país dependiente energéticamente hablando es un clásico y no es nada nuevo, por tanto, dependemos del suministro de materias primas de otros países para poder movernos, hacer funcionar nuestras fábricas o ver la televisión, por ello nuestro desarrollo social y económico ha estado correlacionado con nuestra capacidad para pagar las importaciones fundamentalmente de petróleo y de gas.

También es un clásico que hemos podido observar que los productores de petróleo y de gas, con algunas celebradas excepciones, son países autocráticos, por no decir dictatoriales, donde la producción de estos recursos energéticos es la fuente de una riqueza descomunal dominada por muy poca gente. Por ello además de depender de la producción hemos trasladado beneficios económicos y financieros de tal calibre que incluso no saben dónde gastarlos y mientras hacían islas artificiales o compraban clubes de futbol, las economías dependientes como la nuestra tenían que ir a ralentí.

La evolución tecnológica asociada a la necesidad de encontrar fuentes de energía alternativa para resolver otro gran problema, como es el calentamiento global que provoca el cambio climático, con unas consecuencias medioambientales de cambio estructural en muchos órdenes de la naturaleza, ha hecho coincidir que no contaminar supone no consumir más petróleo y gas y abre a países como España la gran oportunidad de resolver el grave problema de la dependencia energética.

Por todo ello, se presenta una conjunción histórica de avance tecnológico accesible y posibilidades de ofrecer capacidades para la producción de energías renovables. España cuenta con una capacidad de producción energética solar muy significativa y por otro lado cuenta con muchos lugares con potencialidad energética de tipo eólico, derivado del régimen de los vientos que tenemos en muchos lugares. Pues bien, la combinación de energía solar y la eólica, combinada con otras y con la aplicación de las tecnologías productivas asociadas en permanente evolución iremos hacia la tan ansiada independencia energética, todo ello sin contar con las posibilidades que ofrece el hidrógeno verde cuyo tratamiento como combustible resolverá a medio y largo plazo la problemática de movilidad.

Ahora bien, teniendo claro hacia donde vamos, el camino para llegar a esa independencia está siendo muy duro, dado que, en la transición energética, quienes dominan los mercados de los combustibles fósiles, harán todo lo posible para morir matando. Tengamos paciencia con las tensiones de precios por que tenemos a la mano la independencia energética.

*Economista

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