El último Debate sobre el Estado de la Autonomía ha sido como una de esas pasarelas de moda que ha servido para que los gallegos pudiéramos percibir las “performances” que los políticos gallegos lucirán para la próxima temporada. Con la mirada en la pospandemia, Feijóo, Pontón y Caballero nos han mostrado sus nuevos estilismos semánticos e ideológicos por si acaso durante tanto confinamiento, teletrabajo o desordenado botellón, nos habíamos olvidado de que la política existe

Feijóo ha querido presentarse a ritmo de bolero y de corrido, a veces emocionada melancolía, a veces desafío, si vale nos amamos y si no nos morimos; una muestra más del lío pendular en que se haya el presidente, siempre en Galicia, a veces en Madrid, abrazado a Casado, enfrentado a Moncloa, vigilante de Ayuso; todos esos Feijóo aparecieron en el debate del estado de autonomía, y lo hicieron de un modo demasiado evidente.

Nunca he ocultado que creo que Feijóo es de los políticos más sólidos del panorama español y de los que mejor maneja tiempos y relato, y por eso me sorprende más tanta transparencia que desnuda demasiadas intenciones que no teníamos necesidad de ver. A no ser que precisamente buscara eso, recuperar las portadas a base de enseñar chicha, como ocurre tradicionalmente en las pasarelas de verdad.

El Feijóo del bolero cantó sobre Galicia y los gallegos, una pieza que, como ocurre en tantos boleros, a veces de emotividad empalaga, y creo que ese punto fue cuando mostró que tan bien y tan dotada se encontraba la sanidad pública gallega que lo único en lo que se le ocurría invertir los cuartos de los gallegos es en un monumento a los sanitarios.

El monumento, ese recurso semántico de la ausencia de originalidad, el chunda-chunda del bolero político, adquirió tal nivel protagónico en la performance pospandémica de Feijóo que lo llevó desde la diestra de Lucho Gatica y Armando Manzanero directamente al lado del gitano y la cabra. Y es que en el bolero, cuando te pasas, te pasas.

El corrido es diferente, da para todo. Ahí estuvo soberbio; tragedia, pasión, enfado, Gobierno de España, quizás algo de ira, llevaba tanto dentro que la oposición le sacó un poco de quicio, y es que la oposición estuvo más incisiva y descarnada que nunca. Pero la parte central del corrido, el coro, fue para Sánchez. Lanzó a Galicia contra Sánchez e incluso quiso lanzar al resto de los presidentes de comunidades autónomas que tenían previsto reunirse después de difuntos a su llamada.

Y ahí le dejaron solo, porque incluso el corrido tiene sus normas; que si hay que disparar disparamos, y si hay que morirse nos morimos todos, pero no contra quien usted diga y no cuando usted quiera, que tampoco somos del club de Tarantino.

Lo malo de tanto bolero y tanto corrido es que apenas dejaron ver ese nuevo aroma federal de algunos líderes del PP que huele a guisito rico y que Feijóo no debía dejar de cocinar a fuego lento, o como dicen ahora, a baja temperatura, que estas cosas no deben hervir. Porque el modelo de coordinación que Feijóo propone o es institucional o es partidista; las dos cosas no mezclan bien; si es institucional, huele a federal; si es partidista simplemente huele a confrontación.

España necesita un PP centrado, descentralizado y probablemente federal, si queremos que la última década no se repita.

*Equipo de Investigaciones Políticas de la USC