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José Manuel Ponte

Inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Reflexiones bajo el volcán

Tomo prestado el título de una novela de Malcolm Lowry, Bajo el volcán, que fue considerada por algunos críticos literarios como una de las obras maestras del siglo XX. Y me sirve también de pretexto para describir la perceptible incomodidad de la clase política española, incapaz de convertir, como sería de su gusto, un fenómeno natural en un tema de debate político. ¿A quién podríamos culpar de la erupción de un volcán y del subsiguiente destrozo causado por un río de lava que viaja lenta pero inexorablemente hacia el mar que rodea la isla canaria de La Palma (83. 458 habitantes y 708,3 kilómetros cuadrados de superficie)? Al menos eso es lo que se creía en principio cuando el río de lava se desplazaba a 700 metros a la hora. Ahora, esa velocidad se ha reducido notablemente, un metro por hora, pero eso no garantiza que el destrozo no se incremente.

Pasan ya de 6.000 los vecinos que han sido evacuados, la mayoría casi con lo puesto, pues no hubo tiempo para recoger más pertenencias de unas viviendas que estaban a punto de ser engullidas por la lava. La perspectiva de futuro es sombría y la complejidad de las soluciones individuales parece infinita. A ellas, habrá que sumar lo que suele ser muy frecuente en España: la existencia de numerosas construcciones ilegales que pudieron prosperar con la tolerancia de las distintas administraciones públicas. Unas entidades que miraron para otro lado en vez de ser exigentes con el cumplimiento de la ley.

En medio de este maremagno, destacó la opinión de la ministra de Industria y Turismo, Reyes Maroto, que animó a los ocasionales visitantes del archipiélago canario a disfrutar del “espectáculo maravilloso” de las erupciones volcánicas, un aliciente turístico con el que no se contaba. La ministra tuvo que matizar sus declaraciones y dar por supuesto que el objetivo principal de su departamento fue siempre la salvaguarda de los intereses de la gente afectada por el volcán.

"Es perceptible la incomodidad de la clase política española, incapaz de convertir, como sería de su gusto, un fenómeno natural en un tema de debate político"

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El escritor Sergio del Molino, que se hizo famoso con la publicación de su libro La España vacía, salió en defensa de la señora Reyes Maroto al argumentar con mucho sentido del humor que la ministra no había hecho otra cosa que responder a un sentimiento compartido por la ciudadanía española. En un artículo titulado ‘Turismo de volcanes’, dice así: “Nada hay más español que sacar tajada del paisaje. Hace 60 años que vivimos de exprimir a los guiris, cuya ausencia penamos desde marzo de 2020. Si desaprovechásemos la ocasión de mercantilizar un desastre natural, no seríamos el país de Fitur ni la potencia hostelera mundial que somos”.

En cuanto a la posibilidad de que los científicos pudieran haber detectado con la antelación suficiente que se estaba produciendo una reactivación volcánica, llama la atención que en la erupción de 1949 la actividad comenzó con unos temblores de tierra en 1936. Precisamente el año en el que se produjo el alzamiento militar contra la República siendo capitán general de Canarias Francisco Franco. En aquella ocasión, los gobernantes republicanos tampoco se dieron cuenta de que bajo sus pies se estaba gestando un golpe de Estado inminente.

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