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Óscar R. Buznego

Hasta el final

La política, para quienes la ejercen de modo profesional, es una actividad constante y absorbente. Aunque a veces los veamos vagar y pueda parecer lo contrario, los políticos dedican todo el tiempo a la ocupación que llena su vida. Deben estar siempre disponibles y prestos para atender los compromisos institucionales, las obligaciones con el partido o una emergencia imprevista. Enzenberger se compadeció lúcidamente de ellos en un memorable ensayo. Tras el período vacante del verano, han vuelto a sus despachos, a la pantalla de televisión y así la arena política se agita de nuevo.

Comienza la segunda y definitiva parte de la legislatura. Las expectativas se centran en la evolución de la pandemia, la marcha de la economía y las próximas convocatorias electorales, la primera de las cuales, la andaluza, si no hay otra que la adelante, tendría que celebrarse durante el siguiente año. En el panorama político español destaca el hecho de que el PSOE y el PP emerjan otra vez como los únicos aspirantes con posibilidades de dirigir el gobierno. La sensación que transmiten los electores a través de las encuestas y la propia dinámica política es que tanto Podemos como Vox son fuerzas políticas estancadas o en retroceso y que para los dos partidos mayores sean ya, respectivamente, amenazas superadas. Otra cosa es que puedan resultar imprescindibles a la hora de componer mayorías parlamentarias y formar gobierno.

"Las expectativas se centran en la evolución de la pandemia, la marcha de la economía y las próximas convocatorias electorales"

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A la espera de conocer la actitud de los independentistas catalanes en la mesa de diálogo, la reacción de Podemos a las iniciativas del sector socialista del Ejecutivo y la reaparición de Vox, el gobierno y el principal partido de la oposición acaparan la atención pública. Ambos iniciarán de inmediato, con mucha antelación, los preparativos para la gran batalla que se avecina. En octubre celebrarán un congreso y una convención con la vista puesta en las sucesivas elecciones venideras. En las comparecencias de estos días, sus líderes están fijando las respectivas posiciones y estableciendo la pauta que seguirán en sus relaciones y respecto a los asuntos de interés general hasta el día que se señale para la cita con las urnas.

El primero en hablar ha sido el presidente del Gobierno. Después de una fase de fuertes turbulencias que parecía no tener fin, acaricia la mínima estabilidad que ha perseguido de forma denodada desde su nombramiento, con el objetivo de asentarse definitivamente en el poder, algo que aún no ha conseguido. Con disolución anticipada o sin ella, la presión de sus socios parlamentarios se ha debilitado y completará una legislatura entera en el gobierno. Lo único que ahora pone en riesgo su continuidad es una derrota electoral y esto le da un margen de actuación más amplio. Empeñado en afianzarse en un liderazgo duradero, aparta los problemas que se cruzan en su aspiración con la misma contundencia con que trata de rentabilizar los vientos que soplan a favor. Da el virus por muerto y destensa la cuestión catalana al precio que sea, mientras insufla aires de bonanza con el “regalo” que nos hace Europa.

Después de una fase de fuertes turbulencias que parecía no tener fin, Pedro Sánchez acaricia la mínima estabilidad

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La economía ha pasado a ser la prioridad absoluta del gobierno porque lo es de la sociedad española y es previsible que en ese terreno se decanten muchos votos. De manera que el gobierno ha optado abiertamente por traducir el discurso de la Unión al lenguaje que se emplea en la política nacional. Esto último consiste en abrir la ventanilla de reparto de los fondos y posponer cuanto sea posible las reformas que duelen. Con Cataluña en calma, gobernada por los socios de la mayoría parlamentaria, y la economía a toda vela, Pedro Sánchez confía en lograr la reelección. Los sondeos registran una progresión lenta e insegura del PP y, aquí está el dato clave, la inhibición de un segmento grueso de votantes socialistas que dudan.

En el espacio intermedio entre los dos partidos pululan los electores que dictarán sentencia en la gran disputa. Hasta las generales no habrá concesiones entre el PSOE y el PP. El gobierno procura mantener aislado al PP, como viene haciendo desde la moción de censura, y los populares, en su afán de incomodar al ejecutivo, cometen incluso excesos inexplicables en la política perfectamente planificada que se hace hoy y esquivan el contacto. Las estrategias, con maneras más o menos suaves, empáticas, por utilizar el vocabulario al uso, se mantendrán invariables hasta que el resultado produzca sus efectos. Salvo que la Unión Europea ponga un ultimátum o la opinión pública española lo pida a gritos, no habrá un encuentro de Pedro Sánchez con Pablo Casado. El gobierno anuncia una agenda ambiciosa de reformas legales que al cocer mengua y el PP replica que cuando gobierne derogará esa legislación. Las reformas necesarias, o sea, la solución de los grandes problemas que arrastra el país y la renovación del Consejo General del Poder Judicial tendrán que esperar.

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