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Xaime Fandiño

Dale quina al niño

“Además de la quina, había otros remedios caseros que las madres utilizaban para tenernos en buen tono”

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Una de las cosas que veo se tratan de distinto modo ahora que en mi niñez, es la forma en que los padres de antes atacaban en primera instancia cualquier decaimiento infantil, tanto si era de tipo físico como psicológico.

Tan pronto como tus progenitores detectaban un bajón en tu actividad y tono habitual, sin que hubiera a priori un motivo orgánico aparente, tu madre, antes de ir a cualquier médico decía de repente: “El niño está flojo. Debe estar dando un estirón, hay que darle un reconstituyente”. De ahí en adelante comenzaba la aplicación de una terapia casera para abordar, de forma directa y personalizada, el proceso de recuperación y en definitiva el regreso al estado original de ese niño que había caído en una aparente apatía. Eso sí, nada de pastillas ni psicólogos.

La operación era simple. La estrategia consistía en que todos los días a media mañana, durante una semana completa incluido sábado y domingo, parece que la experiencia en estas lides señalaba que esta era la pauta y la posología correcta, tu madre te recibía con una copita de vino reconstituyente Sansón y unas galletitas. Esta mezcla obraba milagros. Después del tratamiento a los niños se les encendían los ojos, les subía el color a las mejillas y, en definitiva, dejaban de hacer ascos a la vida. No sé en qué base científica se sustentaba que el licor quinado y las galletas obraran tan magna recuperación, pero lo que sí recuerdo es que ir al médico para los niños del barrio era algo muy puntual e inusual, salvo una amigdalitis, todo lo demás se solucionaba en cada casa intramuros, con intervenciones domésticas que las madres dominaban a la perfección.

Por lógica, me imagino que la denominación de ese licor quinado debía estar relacionada en origen con la figura del personaje bíblico del mismo nombre, que ha quedado unido a la figura de Dalila y que tenía el secreto de su enorme fuerza en la longitud de su cabello. Pero, según el barrio en que te encontraras, a este vino quinado se le denominaba de dos modos: bien Sansón con acento agudo en la última sílaba o simplemente con cadencia británica. Es decir, tal como sonaría leída como palabra llana. No se si esto se debe a que en la botella la marca aparecía en mayúsculas y sin acento, pero siempre me llamó la atención que, según el barrio en el que te ubicaras, el nombre del producto era pronunciado por todo su vecindario bien en su versión hispana o en la anglo.

ILUSTRACIÓN: CHIMAY

Además de él Sansón, había más marcas de este tipo de “reconstituyentes”. Esta era la denominación genérica que, por sus supuestos efectos sobre los niños, se les daba a los vinos quinados. Algunas de las marcas tenían una acepción religiosa como la quina Santa Catalina, cuyo copy venía acompañado de la demanda infantil: “Mamá, queremos quina Santa Catalina” y cerraba diciendo: “es medicina y es golosina” o la Kina San Clemente (con “K”), de la que su eslogan, después de una disertación sobre sus cualidades, finalizaba siempre: “...y naturalmente, quina San Clemente”. En el spot televisivo de la marca las copitas de vino se ofrecían a toda la familia, sin obviar claro está al público infantil. Pero para atraer de forma más contundente a los niños y que ellos mismos se convirtieran en los verdaderos prescriptores de ese producto alcohólico, la marca creó el personaje Kinito. Así, a mediados de los sesenta, comenzó a apoyarse en un muñeco con representación tanto bi como tri dimensional que, además de dar soporte a todo el reclamo publicitario televisivo, aparecía en un tebeo (cómic) y realizaba acciones promocionales en las que por el envío de varios tapones conseguías un muñeco a imagen y semejanza del original. Para que quede patente el mensaje que Kinito emitía sobre las propiedades del producto, su personaje con voz aguda y chillona en primera instancia hacía referencia a las bondades del vino quinado y, al finalizar sus intervenciones lanzaba el eslogan: “y da unas ganas de comerrr…” alargando la “r” hasta el infinito. La imagen de la botella, con San Clemente libro en mano y en posición de monje escolástico, poco tenía que ver con el mensaje que transmitía el dibujo animado. A mi entender había una disociación clara entre el look de la botella con la ilustración de aquel santo en medio de un repujado de colores dorados y la del muñeco antropomórfico encargado de llevar a cabo la parte persuasiva de la comunicación comercial del producto.

“En nuestra generación era muy habitual que, en medio de los juegos, tu madre saliera al balcón, a la ventana, o mismo a la puerta de la calle y te llamara para tomar tu ración de reconstituyente quinado con unas galletitas”

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En definitiva, en nuestra generación era muy habitual que, en medio de los juegos, tu madre saliera al balcón, a la ventana, o mismo a la puerta de la calle y te llamara para tomar tu ración de reconstituyente quinado con unas galletitas. Lo ideal era hacerlo antes de comer porque, como bien transmitía el anuncio, abría el apetito.

Es importante señalar que, el nivel de alcohol de estos vinos quinados que nos proporcionaban nuestras madres para levantarnos el ánimo en momentos de bajón o apagón, oscilaban entre 13 y 15 grados. En cualquier caso tengo que decir que las madres tenían tino con la pauta. Nunca observé a ningún amigo que, después de ingerir su dosis reflejara cualquier anomalía conductual. Eso sí, nunca se tomaba a palo seco, siempre con unas galletitas. Las de Chiquilín eran las que más circulaban.

Además de la quina, había otros remedios caseros que las madres utilizaban para tenernos en buen tono. A la hora de purgar el aparato digestivo, el aceite de ricino se llevaba la palma y, cuando todo fallaba, el aceite de hígado de bacalao funcionaba como una bomba de choque y suplemento nutricional. Pero claro, el sabor amargo y desagradable de esas soluciones nada tenía que ver con la copita de vino dulce quinado a media mañana acompañado de unas galletitas. Después de la toma salías como nuevo y dispuesto a comerte el mundo.

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