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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Villafranca de la Sierra

Recuerdos de la España vaciada

Los responsables de los informativos de la Primera cadena de RTVE nos dieron la grata sorpresa de elegir al pequeño pueblo abulense de Villafranca de la Sierra como paisaje de fondo de un telediario dedicado preferentemente a estudiar el fenómeno de lo que se ha dado en llamar la “España vaciada”. O, dicho en otras palabras, la desertización galopante de amplias zonas del territorio interior de la nación que estos últimos años han perdido población de una forma alarmante. Hasta el punto de que muchos pueblos y aldeas están ya deshabitados o camino de estarlo muy pronto. Y con escasas posibilidades de regeneración salvo que el Estado acometa con carácter de urgencia esa tarea dotarlos de los servicios básicos imprescindibles al tiempo que incentiva el asentamiento de gente joven y de familias de emigrantes. Pienso que una parte de esos fondos europeos que nos van a adjudicar podría tener ese destino.

La decadencia de la España rural tiene una larga tradición y hay que agradecer a RTVE que haya escogido como metáfora de ese proceso al hermoso pueblo de Villafranca de la Sierra donde una parte de mi familia tuvo asentamiento e intereses durante muchos años. Mi tío, y padrino, José Antonio Ramírez Sanmartín, y mi tía, y madrina, Dolores Mittelbrunn Rico-Villademoros pasaban junto con sus hijos una parte del verano en Luarca y La Coruña para coger el “yodo cantábrico” (el más elegante de todos los “yodos” porque cumple con su función de bronceado incluso sin necesidad de que brille el sol.

Una parte de esos fondos europeos que nos van a adjudicar podría dedicarse a dotar de los servicios básicos a los muchos pueblos deshabitados o camino de estarlo

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Cuando reinaba, don Alfonso de Borbón, un pálido irremediable, también prefería el “yodo” de Santander y San Sebastián y allí se trasladaba con toda su familia y allegados). Pero antes de volver a instalarse en Madrid mis tíos se pasaban por su casa de Villafranca para disfrutar del aire limpio de la sierra que seca el pulmón y lo inmuniza para el invierno.

El que esto escribe y sus hermanos los acompañamos durante años y disfrutamos mucho con esa estancia y con los personajes y costumbres del lugar tan distintos a los del Norte. Por ejemplo, el pregonero, que con su trompetilla advertía de las noticias o de las novedades que pudieran ser de interés para la población. “Al comercio de Macotera ha llegado un timbal de sardinas salonas a buen precio”. Y cosas por el estilo. Macotera, que vivía al lado de la casa de mis tíos en la plaza era un tendero que tenía casi de todo. También recuerdo un rótulo enorme de Epifanio Vergas que debió de ser un comerciante de paños. Acompañé algunas veces a mi tío, que era andarín, a visitar fincas y hablar con los “medieros” que llevaban las huertas a cambio de entregar la mitad de lo cosechado a los propietarios.

Solo recurríamos al automóvil para desplazarnos a Piedrahita, un pueblo más grande y con mucha vida, donde pude asistir a una novillada con picadores. La afición a los toros estaba muy arraigada. Había dos novilleros, los hermanos Jiménez, que aspiraban a doctorarse y nunca supe si lo lograron. Y una ganadería de reses bravas de un primo de mi tío. La luz de toda aquella comarca era muy apreciada por los pintores. Benjamín Palencia pasaba temporadas en Villafranca y don Francisco de Goya dibujó en Piedrahita sus famosos tapices. Hay que agradecer a RTVE el buen rato que nos hizo pasar. Al menos, a mi.

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