Opinión
Una reflexión sobre la pandemia
Ni siquiera conocemos el verdadero origen del mal
Asistimos hoy a cambios tan acelerados que no dan tiempo a ser asimilados. Una reflexión sobre los actuales comportamientos de gestión frente a la pandemia que nos atenaza desde hace año y medio nos revela su alto grado de arbitrariedad, sin acertar con la incógnita del origen del mal. En consecuencia, a falta de un coherente enfrentamiento y de información científica.
La primera impresión es que estamos ante una calamidad casi universal con características similares a las antiguas pestes sectoriales y una mortalidad espeluznante. Además, como digo, de un desconocimiento absoluto del origen y causa del mal y de su alto índice de peligrosidad y aún problemático tratamiento.
Estamos, pues, ante una especie de trastorno colectivo de las conductas, de histeria social como espontánea respuesta a una alteración inesperada y repentina de la normalidad convencional.
A tenor de las noticias, parece que a estas alturas el fenómeno ha adquirido dimensiones mundiales y características globales con efectos demoledores en cuanto al coste de vidas humanas con cifras aterradoras en comparación con las epidemias locales de otros tiempos.
No ha sido esto lo peor en principio ya que el desconocimiento y el efecto sorpresa ha determinado una tardía reacción a tenor de las características, la extensión y el factor sorpresa de su desconocida peligrosidad. Los demoledores resultados están a la vista y el posible final de la pandemia aún es una incógnita.
A quienes tenemos edad suficiente para recordar en nuestra infancia y adolescencia epidemias de posguerra nos vienen a la memoria sus características de contagios y vacunaciones: tifus, viruela, tosferina, polio y otros muchos males colectivos de la salud allá por los años 40 y 50 del pasado siglo que ya son historia. Una historia recurrente que tenemos en una larga serie de males y pestes del pasado más o menos remoto.
El catálogo de muertes y perjuicios económicos, políticos y sociales generalizados resulta ya aterrador. Y se nos dice que sus efectos durarán años. Hoy ni siquiera conocemos el verdadero origen del mal que nos aqueja, ante el cual estamos por ahora, como se suele decir, a verlas venir.
Origen curiosa y claramente oscuro que induce a atribuir a misteriosas conjuras de poderes más o menos ocultos.
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