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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La reanimación

El tiempo transcurrido desde las elecciones en la Confederación de Empresarios de Galicia permite ya un análisis que apunta a su “reanimación” e invita a cierto optimismo. Sin entusiasmos todavía, pero con fe en sus directivos, sobre todo porque han aportado vida a una CEG en estado catatónico, con un futuro que podía calificarse de dudoso y aumentaba riesgos para la salida de la crisis postpandémica. Solo algunas –pocas…– iniciativas patronales habían mantenido con gallardía, junto a las varias pero escasas firmas de talla mundial, a una Galicia que, vista desde fuera, seguía con cierta expectativa como un destino prometedor.

Se habla de inversiones y prestigio pero, sin equivocarse: pese a esa presencia, estaba perdiendo opciones y posibilidades. No hay más que analizar con detenimiento la evolución gallega y compararla por ejemplo con la del norte de Portugal para entender que la capacidad de competencia se iba reduciendo a velocidad creciente. Con cifras que se detectaban incluso haciendo la “cuenta de la vieja”, obligada por la ausencia de la patronal en los circuitos del empresariado español. Y eso se ha venido pagando muy caro desde todos los demás sectores de la actividad –y en la práctica sin excepción– habitual de este antiguo Reino.

(No se trata, como es obvio, de entonar una cantata en loor de la CEG: solo de subrayar el dato de que su tarea es esencial –como la de los sindicatos– siempre y cuando cumplan su función. Porque, de hacerlo, se produce otro efecto básico para el país como es la citada influencia en las dos vertientes del mundo laboral. Ahora “solo” queda acertar con la oportunidad, el momento adecuado, para afrontar los problemas. Acaba de conocerse la petición de Xunta y empresarios para que se haga un estudio acerca de la afectación en los aeropuertos de la “próxima” –una cuestión de fe: alegra que alguien la mantenga– llegada y funcionamiento del AVE Madrid/Galicia. Buena idea que debió ser articulada hace mucho.)

Así las cosas, vistas desde una opinión personal, el concepto de reanimación es visible no tanto todavía por logros materiales medibles, pero sí por sólidos indicios de que alcanzarlos es ahora solo cuestión de tiempo y de que la Administración autonómica, con la Xunta al frente, pase de las musas al teatro y de los proyectos a su puesta en marcha. Eso será una dinamo que impulse el empleo –los datos de la EPA de ayer son demoledores en Galicia– y también a la propia patronal para crearlo. A lo que parece, existe ya lo que ha faltado en los últimos años y es esencial para avanzar: la confianza que genera el fin de las absurdas divisiones internas y el abandono de la miopía en los objetivos.

Citada la Encuesta de Población Activa correspondiente al primer trimestre del año, y más allá de las interpretaciones que cada cual haga desde el color del cristal con que miren los datos, hay una evidencia clamorosa. Y es que lo que está en riesgo no es ya la población trabajadora o las clases pasivas, la economía o la política: es el país. Sin un cambio estructural, sin una reacción demográfica seria, sin una apuesta por la recuperación en la capacidad de un esquema industrial que hay que reforzar y mantener lo más posible en el marco de decisión de este Reino, aguarda un futuro aún más dependiente de otros que el presente. Así que o se ponen las pilas quienes deben –todos los sectores activos de esta sociedad–, o esto seguirá “pintando” cada vez peor. Y que nadie olvide el dicho clásico: un pesimista no es si no el optimista bien informado.

¿No…?

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