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José Manuel Ponte

Inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Moisés y la travesía del mar Rojo

Seis días después de haber embarrancado en el canal de Suez, la vía marítima por la que pasa el 12% del comercio mundial, fue posible reflotar el gigantesco buque portacontenedores Ever Given. Y con esa maniobra facilitar también la continuidad del intenso tráfico que utiliza los 190 kilómetros que unen el Mediterráneo con el mar Rojo evitando la ruta que obliga a doblar el cabo de Buena Esperanza en la lejana punta de África del Sur. Una impresionante obra de ingeniería que se inició en 1859 bajo la dirección del francés Ferdinand Lesseps y se concluyó en 1867. Pasado el susto, la tarea se centra ahora en buscar a los responsables de la paralización que supuso pérdidas multimillonarias. No será fácil.

Tal y como ocurrió en el caso del Prestige y en el de otros accidentes marítimos, la responsabilidad puede atribuirse a muchas personas y entidades y no solo como es costumbre al capitán del barco, que nunca dispone de patrimonio bastante para cubrir la enorme cuantía de la indemnización. En esta ocasión, la propietaria del barco es una empresa japonesa; la operadora, una compañía taiwanesa; la encargada de los aspectos técnicos, una firma alemana; el país bajo cuya bandera navega, Panamá; y la tripulación está compuesta por marinos de nacionalidad india. Además de eso, hay circunstancias meteorológicas adversas, posibles fallos en las tareas de apoyo a la navegación desde tierra, equivocaciones de los prácticos portuarios, etcétera, etcétera.

"Pasado el susto, la tarea se centra ahora en buscar a los responsables de la paralización que supuso pérdidas multimillonarias. No será fácil"

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Cuando cursábamos el Bachillerato franquista, el profesor de Historia solía destacar el enorme avance que para el comercio mundial había supuesto la apertura del Canal de Suez, mientras que el de Religión, que solía ser un cura, incidía en el precedente milagroso de la separación de las aguas del mar Rojo por una orden de Moisés. Un prodigio que facilitó la huida del pueblo de Israel perseguido hasta ese momento por las tropas del faraón egipcio. Los israelitas debieron de contemplar impotentes la barrera de agua que les impedía llegar a la Tierra Prometida, y ya se resignaban a ser pasados por las armas o reducidos a la condición de esclavos, cuando Moisés agitó su varita mágica en dirección a la otra orilla y las aguas se retiraron. Según todas las versiones cinematográficas de las que tengamos conocimiento (muy numerosas), cuando el último de los israelitas se hubo puesto a salvo las aguas se volvieron a cerrar y la entera tropa egipcia pereció bajo ellas.

Por la razón que fuere, y pese a la abundancia de acontecimientos paranormales que jalonaron la larga marcha del pueblo de Israel hacia la Tierra Prometida (entrega de los diez mandamientos de la ley de Dios en unas tablas de piedra, lluvia de alimentos caídos del cielo para aliviar el hambre, etcétera), este de la travesía a pie del mar Rojo es el más jaleado por su espectacularidad. Y el más utilizado por los alumnos que ya asomaban la oreja de su descreimiento para poner en apuros al cura. Una querida amiga, que estudió el Bachillerato en un colegio de monjas, me confesó que cuando se empezaba a dudar en clase de la existencia real de Moisés como figura histórica, el episodio más citado era el de la travesía del mar Rojo.

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