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tribuna del lector

El coronavirus

El coronavirus está produciendo más pánico que la Primera o Segunda Guerra Mundial. Somos conscientes que nos puede tocar a nosotros y sentimos miedo. En España cada día hay más afectados y no sabemos cuando llegará el momento en que esta enfermedad empezará a remitir. Las procesiones y actos de la Semana Santa se han cancelado y la única que se resistía para seguir celebrándola era Andalucía pero al final se ha cancelado.

En el nuevo testamento se habla de que al final de los tiempos llegará la parusía. La parusía llegará después de una terrible hecatombe en la que un tercio de la población del mundo morirá y los que queden vivirán un mundo nuevo y una Tierra nueva purificada. El coronavirus tiene todas las trazas de esta visión de los últimos tiempos. Lo que sí tenemos que hacer es vivir responsablemente y cumplir a rajatabla las normas que las autoridades sanitarias nos indiquen.

Tenemos el peligro de colapsar los centros de salud y los hospitales. Si tenemos alguna duda debemos de llamar en Galicia al teléfono 900 400 116.

En estos días de incertidumbre y de miedo me acuerdo de lo que pasó en la ciudad de Nínive. Dios comunicó a Jonás que destruiría Nínive por su mala conducta. Jonás recorrió la ciudad y tardó varios días. Convino a sus habitantes que se convirtieran y cambiaran de conducta. El pueblo de Nínive reaccionó, ayunó e hizo penitencia y el final ya lo sabéis: Dios, al ver el arrepentimiento, no destruyó a la ciudad.

Estamos en Cuaresma y es el tiempo para que todos mejoremos nuestra conducta y hagamos penitencia. Yo recomendaría a todos que aumentásemos nuestros rezos, ayunos y penitencia y seguro que venceremos al coronavirus. Merkel, que es una mujer muy religiosa y de gran prestigio, reconoció que el 70 por ciento de los alemanes padecerán esta enfermedad pero que si cumplen las normas que las autoridades sanitarias están dando será como una mala noche en una mala posada.

La vida y la muerte son algo inseparables en el ser humano. El humor es necesario para poder vivir en este valle de lágrimas y ahí está mi anécdota del humor. Allá por los años ochenta se permitió a los panaderos abrir los domingos. Al principio las colas de la gente eran interminables y recuerdo la voz del panadero que salía a la calle y decía: "Tranquilos que hay pan para todos".

Fuera de bromas, la cosa es muy seria y pidamos al Señor que esta prueba pase cuanto antes y, a pesar que la vida es un valle de lágrimas, queremos morirnos cuanto más tarde mejor. Que así sea.

*Miembro Club 55

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