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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La lealtad

Ha dicho el presidente Sánchez que en crisis sanitarias como esta resulta imprescindible la lealtad de todos con el Gobierno. Desde el punto de vista de quien escribe tiene razón su señoría: en estas crisis y en otras -entre ellas las económicas, aunque desde otro enfoque- la condición de esa lealtad ha de aplicarse además en doble dirección, desde el Gobierno al resto de la nación y no solo de todos los demás hacia el Gobierno. Y es preciso que se exprese y que se concrete, es decir, que junto a las palabras aparezcan los hechos porque cualquier otra fórmula, en política, sería solo cinismo.

Se cita la doble dirección porque el sistema territorial español permite y facilita gobiernos distintos en las comunidades y en el Estado. Y si hay gobiernos diferentes, las lealtades no pueden ser a los partidos que ejercen la gobernanza sino a ella misma. Una lealtad que, para serlo, ha de superar incluso los tiempos electorales, y buscar y hallar el método para hacer compatibles los diferentes intereses con el supremo de la nación. No es una tarea fácil, y seguramente su mayor dificultad está en la escasez de generosidad con que se manejan en general los oficiantes de la política práctica.

Es en este marco, en el que la referencia a Galicia resulta más útil. Porque si bien es cierto que aquí soplan vientos electorales, no lo es menos que en el terreno de la competición por el voto la oposición no ha ejercido con la Xunta lo que el presidente Sánchez pidió para el Gobierno. Ha continuado la táctica de la descalificación en vez de un apoyo directo en asunto que, como el sanitario, lo requiere de forma continua. Y que no implica, ni debe, la eliminación de las críticas, pero si su moderación y la renuncia de bálsamos propagandísticos que son propios de Antoñita la Fantástica y no de profesionales serios, sean del sector que sean.

El Covid-19 exige medidas concretas, urgentes y bien explicadas a la opinión pública. Bastantes de ellas están ya en marcha, sobre todo las que afectan de lleno a la población. Es preciso poner en marcha de inmediato otras para habilitar los recursos personales y materiales que el conjunto exige. En ese terreno la lealtad que se demanda desde Moncloa ha de concretarse en la petición común ante Bruselas de cuanto se precise para afrontar con éxito el desafío. La UE le debe algo a sus habitantes: la compensación por la política económica que durante los años de la crisis de la segunda decena de este siglo aplicó. Muchos expertos coinciden en que era la única posible, pero también en que causó recortes masivos en la financiación pública de servicios esenciales. Esa es la compensación que ha de reclamársele: mantener a flote el barco era imprescindible, como lo es ahora recuperar a su tripulación y los pasajeros. Siempre desde la opinión personal, la Xunta y su presidente necesitan de esa lealtad dicha y hecha, porque es lo que la sociedad gallega reclama. Quedan tiempos duros que afrontar, sobre todo cuando la crisis sanitaria sea un mal recuerdo. Entre esos males está el de la posibilidad de que lo que antes se llamaba "desaceleración", mañana se llame "recesión", y para superarla habrá que echar mano de una de las lealtades que "hacen país". Cualquier otra cosa fallará por la base, y decirlo no es un mal presagio sino una advertencia. ¿Eh?

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