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El mal endémico de la falta de espacio

La falta de espacio para albergar un inmenso fondo documental, memoria viva de la provincia de Pontevedra, seguramente fue el problema más acuciante del AHP a lo largo de sus ochenta y cinco años de rica historia. Esa conclusión se desprende hoy de los testimonios aportados por sus distintos responsables a lo largo de todo ese tiempo.

Desde Enrique Fernández-Villamil, su primer director, hasta Carmen Corgo, la directora actual, pasando por Pedro López o Mª Dolores Barahona, quienes realizaron un trabajo ímprobo, todos apuntaron dicho mal endémico, dentro de una incesante penuria de medios humanos y materiales. La carencia de un edificio adecuado fue su gran penalidad, incluso por delante de la escasez de personal, aun siendo esta otra dificultad no menos importante.

Fernández-Villamil reconoció que su trabajo propiamente dicho como director del AHP no empezó de verdad hasta después de la Guerra Civil y fue en 1943 cuando por primera vez pudo realizar un preciso inventario, ya asentado en la sede provisional del Instituto. Entonces habló de 30.000 volúmenes en la Biblioteca Pública y de 2.000 legajos en el Archivo Histórico.

Una verdadera explosión documental se produjo a partir de los años 70, cuando el AHP empezó a asumir mil y un expedientes, informes y otros fondos de las delegaciones provinciales de la Administración del Estado. Ahí comenzó su desbordamiento. Esa marea de papel coincidió con la llegada de Pedro López Gómez, un profesional muy competente y concienciado que puso al descubierto todas aquellas vergüenzas.

A finales de los años 70, el director del AHP cifró sus fondos en 9.000 unidades, entre manuscritos, protocolos, legajos, pergaminos y otros documentos; pero añadió que esa cantidad podría cuadriplicarse y llegar a las 40.000, caso de disponer del espacio necesario para una recepción global del material disperso o desaparecido. Entonces no se cortó un pelo y denunció la "evaporación" de buena parte de la documentación de la Jefatura Provincial del Movimiento, piedra angular del régimen franquista.

"Aquí se cometieron -resumió su protesta- verdaderas atrocidades en la destrucción indiscriminada de miles y miles de documentos oficiales".

Luego Mª Dolores Barahona afrontó otro momento crítico al frente del AHP en los años 90, cuando hubo que vaciar por completo la Casa de Cultura para acometer su reforma interior. Entonces se desplazaron unos fondos que ya superaban las 40.000 unidades de valor incalculable, y que permanecieron guardados en una nave especialmente acondicionada durante casi tres años. Su camino de ida y vuelta resultó otro auténtico dolor de cabeza.

Dios y ayuda costó sensibilizar a los organismos oficiales a la hora de realizar un expurgo racional de todos sus documentos. Afortunadamente esa tarea mejoró bastante con la llegada del siglo XXI.

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