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Xabier Fole

Dibujos animados

Our Cartoon President es una serie de animación de Showtime protagonizada por el presidente de los Estados Unidos que se nutre de la actualidad para confeccionar las tramas de sus episodios. Una especie de Padre de familia con un protagonista que, sin embargo, deja en buen lugar a Peter Griffin, pues este último solo aspira a tomarse unas cañas en The Drunken Clam junto a Quagmire y su pandilla, limitando todo el daño que provoca al barrio donde reside, lejos de las instituciones, los partidos políticos y las armas nucleares. La serie, producida por Stephen Colbert, el presentador de "The Late Show", ya va por la tercera temporada. No hay duda de que garantiza unas risas. Sobre todo porque, al ser un canal de pago, no hay censura, y los guionistas no parecen imponerse muchos límites cuando se trata de bromear sobre ciertas cuestiones escabrosas, aunque tampoco alcanza los niveles de gamberrismo que uno puede ver en las historias de Seth MacFarlane ni posee la inteligencia que se contempla en cada minuto de "Rick and Morty". Sin embargo, como ocurre con casi todos los productos culturales o de entretenimiento que abordan "la era Trump", la actualidad acaba resultando tan disparatada que la ficción compite humorísticamente con la realidad, y la realidad suele ser más desternillante, tragicómica e inverosímil, haciendo imposible distinguir cuál de ellas vino primero e identificar, por lo tanto, la fuente primaria de inspiración.

Aquí hay muchos personajes de la política y el periodismo estadounidense, quienes entran en escena a medida que van surgiendo escándalos y acontecimientos en Washington. Sean Hannity, de Fox News, ejerce de reportero oficial de la administración, invitando con frecuencia a los hijos de Trump a su programa para que estos puedan defender a gusto a su padre, pero, pese a la cómoda plataforma que le proporciona el comentarista, fracasan en su misión, porque se meten en líos al hablar de la intervención rusa y el asunto de Ucrania, al igual que Rudy Giuliani, abogado del líder republicano, quien sale retratado como un bocazas histriónico que es incapaz de acabar una entrevista sin añadir unos cuantos problemas legales más a su cliente, pidiéndole a Putin, por ejemplo, que envíe a sus hackers a espiar a su exmujer, pues, ya que mete cizaña en la campaña electoral, podría influir también en su divorcio.

En el último episodio, los candidatos demócratas lidiaban con las carencias y las debilidades que los medios de comunicación les atribuyen (el enojado Bernie Sanders y el longevo Joe Biden, etc.), mientras Donald Trump comenzaba a sentir depresión ante la posibilidad de que lleguen las elecciones y no tenga ningún contrincante verdaderamente serio con el que enfrentarse. Aparecía Michael Bloomberg, el exalcalde de Nueva York que presentó su candidatura no hace mucho, presumiendo de saber cuándo es "el mejor momento para comprar unas elecciones" y Pete Buttigieg, el inesperado ganador de las primarias de Iowa, negando haber sido alcalde de South Bend, Indiana, a fin de que no le puedan recordar, además de su juventud, el haber ostentado un cargo político menor e insuficiente para hacerse con la nominación de su partido, al tiempo que sigue los consejos de Bill Clinton sobre cómo mentir al pueblo norteamericano y salir beneficiado de ello. Como decíamos, unas risas. Pero, quizás, ya tenemos bastante con la CNN, cuya programación de los últimos meses constituye una sinopsis de lo anteriormente mencionado, aunque los personajes, eso sí, no aparecen dibujados.

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