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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Peligrosidad de los comunistas

Los máximos dirigentes del PP y de Vox han resucitado el discurso franquista contra la maldad intrínseca del comunismo como argumento definitivo para descalificar el gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez. Un pelele -dicen- en manos de Unidos/ Unidas Podemos, de los independentistas de Esquerra Republicana y del PNV, de los filoetarras de Bildu, y de otros ocasionales compañeros de viaje que han aprovechado la debilidad parlamentaria del líder socialista para negociar importantes ventajas en sus respectivos ámbitos de influencia.

El general ferrolano (que había colaborado con Hitler y con Mussolini hasta que fue evidente su derrota militar) utilizó la baza del anticomunismo global liderado por Estados Unidos en su confrontación con la Unión Soviética (un antiguo aliado) para asegurar la pervivencia de su régimen. Nadie fue tan anticomunista como Franco y nadie persiguió a los comunistas con tanto celo inquisitorial. Entre otras cosas porque bajo esa denominación se tendía a descalificar cualquier clase de disidencia (o conato de disidencia) respecto de la línea oficial. Una obsesión que acabó por favorecer a los comunistas de la clandestinidad al convertirlos en el principal sujeto político (casi en el único) de la oposición democrática. De hecho, la "Ley de represión de la masonería y el comunismo" estuvo vigente desde el 1 de marzo de 1940 hasta el 8 de febrero de 1964 después de haberse transferido parcialmente sus competencias al Tribunal de Orden Público (TOP) que a su vez acabó por ser suprimido por Adolfo Suárez el 4 de enero de 1977 tras la muerte del dictador.

Durante ese largo periodo de tiempo algunos militantes comunistas fueron condenados a muerte y ejecutados, como Julián Grimau, y muchos otros, como Marcelino Camacho y Marcos Ana, encarcelados por el simple hecho de reivindicar instituciones democráticas. Durante la mayor parte de la dictadura franquista la actuación política de los comunistas fue pacífica y su colaboración con la transición hacia una monarquía parlamentaria más que evidente como se encargó de patentizar su secretario general Santiago Carrillo. Primero aquietando los ánimos de la militancia tras el asesinato de los abogados laboralistas de Atocha a manos de una cuadrilla de fascistas, y después envolviéndose en la bandera rojigualda durante su presentación en sociedad.

Carrillo, que era un convencido eurocomunista berlingueriano, fue una figura destacada del parlamentarismo democrático renovado, y compañero de tertulia radiofónica de Rodolfo Martín Villa un antiguo franquista reciclado. Con esa impecable hoja de servicios a la causa rescatar para el debate político la truculencia de la peligrosidad comunista, "no tiene un pase" que diría un taurino. Y menos todavía en un partido como el PP en cuyas filas han destacado notorios y notables excomunistas. Por citar algunos de los más conocidos los exministros de Aznar Josep Piqué y Pilar del Castillo, el influyente asesor de presidentes Pedro Arriola y su esposa la locuaz Celia Villalobos. Y también en otro ámbito profesional, al combativo locutor radiofónico y martillo de herejes, Federico Jiménez Losantos. Hay muchos mas pero no viene al caso hacer cita de todos los arrepentidos. De momento, el único comunista declarado como tal en el gobierno de Pedro Sánchez es Alberto Garzón que además ha escrito un libro titulado " Por qué soy comunista". Pero no creo que eso asuste a nadie.

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