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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Reflexiones personales y citas 'ad hoc'

Consideraciones y frases de diferentes autores, unas conocidas y célebres, otras nuevas y propias, vuelven a ser el contenido de mi artículo dominical. Mis lectores ya saben que son algunas de las reflexiones y citas ad hoc, escritas a medianoche, que remito diariamente a un grupo de familiares y amigos por medio de WhatsApp. Son fragmentos con vida propia, extraídos de la lectura o surgidos de los lapsus creadores de la memoria. Un verdadero revoltijo entre lo leído, lo propio y lo citado.

En realidad nada nuevo. Ya Friedrich Schlegel (Hanóver, 1772 - Dresde, 1829) calificó, en 1798, como rasgo de modernidad a los textos fragmentarios con estas palabras: "Varias obras de los antiguos se volvieron fragmentos. Muchos fragmentos modernos lo son de nacimiento" (véase en Fragments, 1996). Además, el modelo era anterior, lo había dado, en 1665, François de La Rochefoucauld (París, 1613-1680), en Reflexiones o sentencias y máximas morales (véase en Clásicos Universales Planeta, 86; 1984). Es más, hace milenios ya rodaban los microtextos orales, que después serían escritos, de forma original o recreada, por autores conocidos o simplemente atribuidos.

Piedad

Santa Catalina de Alejandría, mártir cristiana del siglo IV fue un ejemplo de piedad, capacidad que todos tenemos y que puede ser el primer paso hacia una compasión verdadera, desinteresada y respetuosa, que permita al que la recibe ser en plenitud, incluso cuando no está en sus mejores momentos. Arthur Schopenhauer (Gdansk, 1788 - Fráncfort del Meno, Prusia, 1860) estableció esta comparación: "Lo que la lluvia es para el fuego, la piedad es para la cólera". Sin embargo, estimo que hay una piedad imposible, la piedad por el culpable ejercida por otros en nombre del inocente que fue víctima de la culpa cometida.

Vanidad

Si aspiramos a que se nos reconozca de forma definitiva y se consolide nuestro triunfo, debemos renunciar a la vanidad. El orgullo basado en la vanidad y no en la realidad tangible, tiene siempre el mismo final, el desprecio. El poeta inglés Edward Young (Upham, 1683 - Welwyn, 1765) dijo que: "La vanidad es hija legítima y necesaria de la ignorancia; el hombre es un ciego que no sabía verse a sí mismo". La novelista británica Jane Austen (Steventon, 1755 - Winchester, 1817) lo recalcó así: "El orgullo está relacionado con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, con lo que quisiéramos que los demás pensaran de nosotros".

Bondad

En la mayoría de los hombres, por malos que sean, siempre hay más cosas buenas que despreciables. Por eso hay que tratar siempre de recuperarlos. Admitir los límites de todos y rechazar cualquier fanatismo constituye una obligación humana. Aun cuando alguien no se sienta amado, todavía tiene la posibilidad de amar, lo que por sí solo ya es una forma de felicidad.

Muchas cosas se ha dicho de los buenos: los buenos de cerca son aún más buenos, los buenos de verdad ayudan a otros a serlo aún más, la sonrisa de los buenos es su manera de llorar, el inicio de la bondad es querer ser bueno?

No obstante, queremos hacer dos anotaciones. La primera: bondad no quiere decir tolerancia con lo malo o conformidad con la ignorancia sino voluntad de bien y sabiduría. La segunda: cuando emprendamos una acción de bondad que implique a un tercero no juzguemos su conveniencia por lo que nosotros pensamos sino por cómo creemos que será recibida por él. Vaya, que nos pongamos en su piel.

Conformidad

Mientras no llega eso a lo que lícitamente aspiramos, hemos de vivir la vida como somos, sin tratar de aparentar, lo que sería una traición a nosotros mismos y a lo verdadero. El dramaturgo y ensayista francés Albert Camus (Mondovi, Argelia francesa, 1913 - Villablevin, Francia, 1960) lo expresó de esta manera: "¿Qué es la felicidad salvo la simple armonía entre una persona y la vida que lleva?"

Se impone que miremos hacia lo que tenemos y no dirijamos nuestros ojos envidiosos hacia lo que tienen los demás. Un día, todos los días, uno puede ser inmensamente feliz. Muchos podrían ser los ejemplos: un bocado que llevarnos a la boca, la sonrisa complaciente de otra persona, manos para acariciar y personas a las que dar caricias, ojos para ver y contemplar el azul del cielo y las estrellas?

Humildad

Una persona para ser humilde no tiene que, obligadamente, ser pobre, ni tiene que ser débil, puede ser fuerte e inteligente; lo que ha de ser es honesta, desprendida, sencilla y saber valorar a la gente más por lo que es que por lo que tiene.

Hay que tener siempre presente que hasta el más fuerte puede debilitarse y el más sabio equivocarse. El humilde incluso puede acumular poder, porque siempre hará una correcta estimación de sí mismo y de hasta dónde puede llegar con el poder en sus manos. El filósofo y diplomático italiano Nicolás Maquiavelo (Florencia, 1469-1527) escribió: "No son los títulos lo que honran a los hombres sino que los hombres honran sus títulos". La humildad nos engrandece porque, al admitir ser corregidos, podemos mejorar. Lo rematamos con una cita del escritor William Somerset Maugham (París 1874 - Niza, 1965), que es expresión de humildad: "No fue hasta tarde en la vida que descubrí lo sencillo que es decir no lo sé".

Aspiraciones y entrega

Hemos de lograr nuestras propias metas, sin dejar de honrar y respetar a los demás. Es lícito que queramos tener y poseer, es simple amor propio, mas no olvidemos que es expresión de querernos a nosotros mismos. Por el contrario, dar es beneficiar a los demás, por lo que hemos de complementar y equilibrar ambas cosas. Hacer todo lo posible por comprender a los que nos rodean es cortesía y tolerancia. Y lo haremos adaptándonos y sonriendo, pero no tanto que dejemos de ser nosotros mismos.

Dicen que la vida suele ser favorable para los que no la traicionan, lo que impone la necesidad de gobernarla. Para sacarle partido a la vida hay que proponérselo. En realidad hay que embarcarse en casi todo para sacarle partido, tanto a lo bueno como a lo malo, en donde luce el sol y donde hay sombra, tanto a la mañana como al atardecer, tanto en la juventud como en la vejez.

Si cuando perseguimos algo tenemos desánimo o sentimos miedo, no debemos pararnos, todo lo contrario, hay que ponerle ganas y repetir las veces que sea necesario, puesto que si nos proponemos las cosas en muchas ocasiones acaban saliendo bien. Hay que meterse en la cabeza que el destino lo creamos nosotros y que solo intentarlo, ya es un gozo. Al menos hay que intentarlo y dar el primer paso, lo que no debería ser difícil, pero lo cierto es que la mayoría no lo da. Siempre mañana, mañana? que es nunca.

Elegancia y joyas

A lo largo de toda la historia, en casi todas las culturas de todos los continentes, las joyas, en sus diversas formas, se han llevado, como objeto estético y ornamental por personas de los dos sexos. Las joyas se fabrican con piedras y metales preciosos, y también con materiales de poco valor. Una joya artesanal puede lucir más que una de gran valor. Alguien afirmó que una mujer elegante ha de arreglarse de manera que parezca más delgada y sus joyas mas grandes; pero no siempre es así. Y como nota sobresaliente está el gusto, cuando este falta, no valen ni el oro ni la plata ni los diamantes. De algunas personas se comenta que parecen "joyeros ambulantes".

La diseñadora francesa de alta costura Gabrielle Chanel, más conocida por el seudónimo de Coco Chanel (Saumur, 1883 - París, 1971) plasmó estas frases: "Se triunfa con lo que se aprende", "Menos es más", "La simplicidad es la clave de la verdadera elegancia", "Para ser irremplazable uno debe ser siempre diferente" o "No es la apariencia, es la esencia. No es el dinero, es la educación. No es la ropa, es la clase".

Vejez

Si a lo largo de vida buscamos la felicidad como recompensa y no como fin, habremos acertado. La propia vejez es una recompensa a nuestro esfuerzo, no es un regalo. Para ello necesitamos ser desprendidos y generosos; resulta triste que unos se desvivan ambicionando cosas y otros no vivan por miedo a perderlas. Al final hemos de aceptar, que de todo lo que hicimos, bueno o malo, solo queda un testimonio, el recuerdo en la memoria de aquellos que nos quisieron.

Al llegar a la ancianidad la máxima aspiración no es ser muy rico ni genial; es tener salud para vivir un poco más, tener a alguien que te quiera, encontrar a personas que te comprendan y que te dejen ser como eres y en paz, que nadie trate de transformarte. ¿Para qué, si tú no quieres molestar a nadie ni inmiscuirte en lo de nadie? Y una amonestación: que nadie se crea que los viejos pasamos de la pasión a la compasión. El cuerpo envejece, el corazón nunca.

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