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De lo previsible a lo imprevisible

La defensa del negocio que impide llegar a acuerdos

Parece, pues, que tendremos nuevas elecciones. Lo bueno es que la reiteración nos hará cada vez más duchos en el arte de introducir la papeleta.

Bromas aparte, se ha cumplido lo que venía siendo lo previsible: la práctica imposibilidad de llegar a acuerdos de unos y otros, pues todos ellos se han sentido impelidos a defender su negocio, o, en otros términos, a mantenerse en el territorio en el que sus fieles los conminan a limitarse, so pena de ser castigados sin el voto.

De su negocio, he dicho. Fundamentalmente. De su existencia y poderío. Eso es lo que se ventilaba entre el PSOE y Podemos, la hegemonía en la izquierda, el crecimiento de uno o de otro. El PSOE entendía que, con demasiada visibilidad, Iglesias y Podemos crecerían a costa suya; estos, que lo que le daba don Pedro, sobre humillante, iría en claro menoscabo de sus ganancias.

En el ámbito de la derecha, Cs y PP pugnan igualmente por poseer la mayor porción de la tarta, y saben que el pacto con la izquierda les costaría votos (a Ciudadanos pueden costárselos tanto los acuerdos con el PSOE como los desacuerdos), lo mismo que los votantes de izquierdas renegarían de un pacto con la derecha; para los de Podemos, incluso, aunque constituyese un apoyo sin contrapartidas. La petición del Gobierno para que se abstengan PP o Cs por razones de Estado o patrióticas tropieza, además, con el inconveniente de que el presidente es "don Pedro de ninguna manera", quien, no lo olvidemos tampoco, inauguró su mandato al frente del PSOE haciendo que sus eurodiputados rompiesen el pacto de todas las fuerzas y no votasen a los compromisarios de derechas para las instituciones de la UE.

De modo que de esta situación nos movemos hacia otra imprevisible: lo que ocurrirá tras las nuevas elecciones, que dependerá, en parte de los resultados, en parte de que alguien se vea forzado, velis nolis, a cambiar su actitud.

En cuanto a los resultados, las encuestas prevén de forma unánime un crecimiento estimable del PSOE, uno menor del PP, un descenso de Podemos y uno más acusado de Ciudadanos. De modo que nos encontraríamos ante una situación más o menos semejante: una insuficiencia de la derecha para sumar; la necesidad del PSOE, mayoritario, de contar con Podemos y con alguna fuerza nacionalista, tal vez más de una. Acaso, en cuanto a las negociaciones posteriores, pueda contarse con alguna quiebra dentro del conglomerado podemita que haga más fácil un gobierno monocolor del PSOE. De cualquier manera, la realidad pondrá unas gotas más de obligación (no de responsabilidad) en todos los partidos, y eso será una nueva variable en ese imprevisible futuro poselectoral.

Y mientras tanto, la realidad sigue ahí, con los problemas crecientes de financiación de las comunidades y la inestabilidad de gobierno, cuestiones que inevitablemente se están trasladando a empresas y empleo, y que aumentarán.

Aunque algunas de ellas se solventarán antes del 10 de noviembre. Ya verán ustedes cómo la imposibilidad de pagar las deudas a las comunidades autónomas se resuelve antes de esa fecha (o se hace su anuncio), al igual que verán una gota fría de "medidas sociales" y promesas de obras que inundarán el territorio español. Tal vez hasta veremos el desentierro de Franco.

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