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Clave de sol

Las tensiones de la Iglesia con la dictadura franquista

Curiosas declaraciones de un obispo tachado de ultra

En uno de mis destinos profesionales por España, tuve ocasión de conversar con el entonces controvertido obispo local que había intervenido en el Concilio Vaticano II y tenía fama de derechista. Era sin duda de una cultura extraordinaria, humanista y refinada. Transcribo algunas de sus respuestas, que salen en uno de mis libros, a las preguntas que le hice yo mismo sobre sus relaciones con la dictadura franquista:

-Aquellos obispos de la guerra -dijo- a quienes se reprocha su famosa pastoral colectiva en apoyo de la dignidad nacional, eran unos gigantes que supieron enfrentar la grave situación sin claudicaciones. No eran de derechas ni de izquierdas (?). Tras la guerra, la Iglesia española fue de verdad una conciencia crítica para el general.

Pedí entonces a mi interlocutor que razonara esta afirmación.

-Falsean la historia quienes afirman que había complicidad. La jerarquía eclesiástica española luchó siempre por evitar la guerra y contra el riesgo de fascistización del régimen. Franco fue presionado por fuerzas poderosas del sistema para un reforzamiento del autoritarismo de corte nazi. El factor decisivo en contra fue la propia Iglesia, con el cardenal Pla y Deniel a la cabeza, que presionó al jefe del Estado con este motivo y consiguió al menos frenar el intento en su versión maximalista.

El periodista que suscribe, con la prudente cortesía requerida, alegaba la, por lo menos aparente, complacencia de la Iglesia en España por el trato benevolente del régimen hacia los católicos como indudable factor entonces de cohesión nacional.

-Ahora -le dije- se tacha a la Iglesia de adherirse al poder durante treinta años para soltar lastre con prisa y adherirse a la izquierda cuando cambian las tornas con la decadencia del régimen y de su Caudillo.

El obispo don José Guerra Campos, que era mi interlocutor, sonrió y sentenció exactamente el tema de conversación con estas lapidarias palabras:

-Esto último que usted dice abonaría precisamente lo contrario. No, la Iglesia no juega al éxito electoral, sino al acierto moral. Más claro: es la diferencia que existe entre el orden legal y las exigencias del orden moral. Lo moral no es la moda, que suele tirar hacia abajo, lo que abocaría a la Iglesia a una complicidad con el actual chapoteo en la mediocridad. Tenemos la obligación de mantener la bandera en alto, de conservar la tensión.

Don José siempre fue discutido y discutible. Incluso algo apartado al final por sus colegas, empezando por Tarancón. Pero, a la vez, en las distancias cortas, era también un hombre interesante, muy culto y con un raro sentido del humor.

Tiempos difíciles aquellos. Y complicados. Preludio de los que vinieron después. Las tensiones finales del franquismo con la Iglesia fueron a veces muy serias. Recordemos, por ejemplo, el tremendo caso Añoveros.

Ahora los cristianos ni siquiera somos problemáticos. Me parece.

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