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Santiago Lago Peñas.

Las universidades no son aeropuertos

En Galicia tenemos un problema con los localismos. La ausencia de una jerarquía urbana clara hace que existan, al menos, cinco puntos de referencia: las dos áreas metropolitanas del norte y del sur, la capital y las dos capitales de provincia orientales. Esto nos conduce a dividir, a veces, y duplicar esfuerzos en otras ocasiones; y a discursos fraccionarios que no nos hacen ningún bien como país.

Un solo aeropuerto central bien conectado por tren sería mejor que lo que existe ahora. Pero no lo tengo nada claro si hablamos de las universidades. A pesar de que en muchas tertulias van en la misma frase como ejemplos de mala estrategia, creo que hay un error conceptual.

En el caso de los aeropuertos, las economías de escala son muy importantes. Es claramente mejor atender a tres millones de personas que a uno. De hecho, atender a cinco o seis multiplica frecuencias y destinos directos. Todos ganamos. En cambio, el tamaño óptimo de las universidades es muy inferior. En parte se parece a los complejos hospitalarios: ¿Se imaginan ustedes lo que sería gestionar toda la sanidad gallega como si fuese un único complejo hospitalario? Pues lo mismo ocurre con universidades gigantescas, de más de 100.000 estudiantes, por ejemplo. Las mejores universidades del mundo son mucho más pequeñas. Y las gallegas se encuentran en ese escalón de tamaño. Instituciones con 20.000 o 30.000 estudiantes son muy razonables. Y el hecho de que cada universidad tenga dos o tres campus no es un problema per se. Supone algo más de coste, pero a cambio se acerca la universidad a la Sociedad y el tejido productivo.

Dicho lo anterior, las universidades gallegas no deben aspirar a hacer lo que hacen los complejos hospitalarios. Atender a sus pacientes de todas sus dolencias. En la medida en que las tres universidades forman parte de un conjunto, lo inteligente es especializar campus. Las duplicidades de títulos deben tender a desaparecer, salvo especialidades concretas, con muchos alumnos y sobrecostes bajos por la prestación en varios centros. La cooperación debe reinar, eliminando trámites y barreras absurdas. Los grupos de investigación deben poder integrar profesores e investigadores de las tres en igualdad de condiciones. Un profesor debería poder dar clase en más de una universidad si así lo desean los departamentos y los propios profesores para aprovechar conocimiento y especialidad. Una cámara de compensación de horas docentes debería ser un mecanismo suficiente. Las universidades deben imitarse unas a las otras en lo que hacen particularmente bien, sea en docencia, en organización e investigación o en administración: una de las mayores ventajas de la descentralización es la posibilidad de experimentar soluciones alternativas. Pero eso pasa por muchas más reuniones y trasvase de información sobre procedimientos y resultados.

El sistema universitario gallego es bueno, cuando se observa en su conjunto y en perspectiva española, bueno. Pero podría ser mejor si hacemos lo anterior y si, además, mirásemos a las universidades do Minho en Braga y Porto, tan buenas o más que las nuestras. La cooperación transfronteriza nos proporcionaría recursos europeos adicionales, economías de escala en diferentes áreas y mayor apertura internacional.

*Director de GEN (Universidad de Vigo)

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