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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Desconcierto en los partidos alemanes tradicionales

Andan desconcertados, sin saber qué hacer para evitar nuevas caídas, los partidos de la Gran Coalición alemana -socialdemócratas y cristianodemócratas además de cristianosociales bávaros- tras su serie de batacazos electorales. En el caso de los cristianodemócratas, bastó un simple vídeo de duros ataques a sus políticas antisociales puesto en las redes por un joven conocido únicamente por sus recomendaciones musicales entre los de su generación, para sacarlos totalmente de quicio.

Hasta el punto de que estuvo en un primer momento la dirección cristianodemócrata como paralizada: sin saber si era mejor contestar con otro vídeo a las críticas que había vertido el joven y habían visto ya millones, o hacer como si no existieran. Y ¿qué decir de los socialdemócratas, a los que unas declaraciones a un semanario del líder de su rama juvenil -los Jusos-, abogando por mayor firmeza frente al poder económico y financiero, tuvieron un efecto de terremoto?

El joven, que aún no ha cumplido los treinta, se llama Kevin Kühnert, y la radicalidad de algunos de sus planteamientos como la de colectivizar, si hace falta, alguna que otra empresa, por poderosa que sea, ha asustado a muchos en la dirección del partido.

El terremoto Kühnert, sumado al desastre electoral tanto en las elecciones al Parlamento europeo como en las regionales el land de Bremen, durante años una de las plazas fuerte del partido socialdemócrata, llevó a la dimisión de Andrea Nahles de su liderazgo.

Kühnert se opuso desde el primer momento a una nueva reedición de la Gran Coalición, que impulsó, sin embargo, con tenacidad el presidente de la República, Walter Steinmeier, tras el fracaso de los intentos de formar una alianza alternativa.

El socialdemócrata Steinmeier quiso optar así por la estabilidad a la incertidumbre de nuevas elecciones, pero parece haber conseguido lo contrario.

La falta de ideas de la alianza que encabeza Angela Merkel y el cansancio del electorado han propiciado no solo la impresionante subida electoral de los Verdes sino el fortalecimiento de la derecha más nacionalista y xenófoba: Alternativa para Alemania.

Conscientes de que hacen falta nuevos planteamientos además de romper con la agenda 2010 del excanciller Gerhard Schroeder, que si bien creó empleo, fue a costa de aumentar la precariedad y bajos salarios, los socialdemócratas buscan desesperadamente salir de su particular laberinto.

Y mientras que el joven Kühnert da miedo a la dirección del partido no solo por la presunta radicalidad de sus propuestas, unida a su falta de experiencia política, hay quien cree que por lo menos es el acicate que necesita el SPD para renovarse.

Muy pocos creen que el jefe de los Jusos pueda hacer otra cosa que influir en la futura dirección del partido porque elegirle presidente, como gustaría a los más impacientes, provocaría no solo el rechazo del establishment económico del país sino incluso una posible escisión en el SPD.

De momento no hay ningún favorito para el cargo que dejó vacante Andrea Nahles, una dirigente que no logró entusiasmar a sus correligionarios, como tampoco parece que pudiera conseguirlo el vicecanciller y titular de la cartera de Finanzas, Olaf Scholz.

Político totalmente carente de carisma, Scholz, que fue también en su día jefe de los Jusos, se precia hoy de seguir la política de rigor presupuestario de su antecesor en el ministerio de Finanzas, el cristianodemócrata Wolfgang Schäuble, sin que los países del Mediterráneo puedan esperar de él demasiada empatía. Para muchos analistas, la doble crisis del SPD y la CDU de la canciller refleja la erosión de un sistema político que ha sido clave para la estabilidad de la RFA durante los setenta últimos años, pero que ahora muestra claros signos de desgaste.

Un sistema que, según un sondeo reciente, todavía satisface a un 43 por ciento de los alemanes con derecho a voto, pero que no parece ofrecer suficiente seguridad a otro 32 por ciento, que se siente amenazado por la globalización y las transformaciones tecnológicas y por el que no se siente representado un 25 por ciento.

El descontento de unos y otros han sabido aprovecharlo mientras tanto, por un lado, los Verdes, que atraen sobre todo a las clases urbanas y de alto nivel educativo, y, por otro, Alternativa para Alemania, un partido que comenzó distinguiéndose por su oposición al euro y ha acabado siendo sobre todo ultranacionalista y xenófobo.

Solo si, como quiere el líder de los Jusos, se disuelve la Gran Coalición, podrá cada uno de los partidos que la integran adquirir finalmente perfil propio y decidir si están a favor de un impuesto al CO2, de un incremento o no de los gastos militares frente a los sociales o de elevar el impuesto sobre el patrimonio, entre muchos otros asuntos de debate.

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