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La Juventud Antoniana Fundada en 1909 por los franciscanos, llegó a convertirse en el colectivo más numeroso de Pontevedra con 3.600 socios activos

Gonzalo Mucientes promovió en 1911 con el nombre de Petit Palais un modesto salón cinematográfico en la calle Riestra, frente a la imprenta de Andrés Landín. Su existencia resultó efímera porque no pudo resistir la competencia del Teatro Principal y el Circo-Teatro.

Tras un cierre gubernativo por su estado deficiente, el Petit Palace nunca más volvió a abrir sus puertas. Entonces el padre Luís arrendó a su nombre el local con un innegable ánimo proselitista a principios de 1913. En suma, se trataba de captar niños y adolescentes por medio de funciones cinematográficas y veladas artísticas, a mayor gloria de la Juventud Antoniana.

El estreno de la sede de los antonianos tuvo lugar el 20 de abril de aquel año y contó con la presencia del canónigo-archivero de la Catedral de Santiago, Luciano García. Invitado a tomar la palabra, no se anduvo por las ramas y abordó la necesidad de formar el carácter del hombre en los primeros años de su vida para encauzar su porvenir en la dirección adecuada. Los franciscanos estaban volcados en esa peregrina tarea.

El acto inaugural respondió al programa clásico que sus veladas artísticas repitieron durante los años siguientes: la música y el teatro compartieron el mayor protagonismo, junto a otras esporádicas actuaciones. El pianista Blanco y el barítono Fraga tuvieron su minuto de gloria en aquella primera sesión, que concluyó con una representación cómica de El médico a palos, de Fernández de Moratín, con Puga, Torres, Millán, Nieto, Lueiro, Rey y Fernández, en su cuadro de declamación.

El cine no comenzó hasta el 17 de abril de 1915. Los altos del Polo (naturaleza), David y Saúl (histórica), La loca de la Peña Fuerte y Cazadores de pieles (dramáticas) y Ladrón cocodrilo (cómica), compusieron el programa de estreno, que transcurrió de forma accidentada. Las proyecciones se interrumpieron en numerosas ocasiones, pero como la sesión era gratuita, el auditorio infantil se mostró bastante comprensivo y no protestó mucho.

A partir de entonces, el Cine de los Antonianos -su nombre popular- mantuvo una actividad discontinua en los diez años siguientes a base de películas mudas, en blanco y negro. Al principio era gratuito, pero el precio cada vez más alto de las películas obligó a cobrar la entrada, que de 10 céntimos subió hasta los 25. Los chavales no asociados pagaban el doble cuando se estableció un acceso libre, a fin de sobrellevar su costoso mantenimiento.

Carlos López Piñeiro y Xosé Enrique Acuña, especialistas en la historia del cine en Pontevedra, no concedieron mucha relevancia al Cine de los Antonianos; desde luego menor que el Cine de los Exploradores. Julio César y Quo vadis fueron sus grandes éxitos dentro de una programación mediocre. No obstante, para los niños más pequeños resultó un gran descubrimiento.

Amancio Landín Carrasco, por ejemplo, jamás olvidó la primera vez que entró allí de la mano de Pepe, su hermano mayor. En cierta ocasión, contaba con mucha gracia que "el Cine de los Antonianos corresponde a mí prehistoria". Y recordaba también la algarabía que montaban los chavales ante la puerta de entrada alrededor del churrero Fandiño -el comunista que asesinó al falangista Secundino Esperón-, el barquillero Daniel y el castañero de turno.

El Petit Palais y otros locales adyacentes se vieron afectados en 1925 por la apertura de una nueva calle trasversal entre Michelena y Riestra -luego General Mola-, que provocó su expropiación forzosa por parte del Ayuntamiento. Así concluyó la historia del Cine de los Antonianos, puesto que el padre Luís descartó su continuidad en otra ubicación por su elevado precio.

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