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Joaquín Rábago.

La era del cinismo en política

Cínico en extremo él mismo, además de conservador, el filósofo alemán Peter Sloterdijk ve solo cinismo en la política y los políticos actuales.

Para el autor de la "Crítica de la razón cínica", "el cinismo repunta cada vez que la política de la ciudad entra en crisis y se desmoronan los valores compartidos" (1).

Cree Sloterdijk que el régimen autocrático de Vladimir Putin y las altas esferas de la iglesia ortodoxa son la realización en la Rusia actual de lo que expresó Dostoyevski en su relato sobre el Gran Inquisidor incluido en su novela "Los hermanos Karamazov".

"La leyenda en la que basa hoy Putin su poder no hace sino repetir aquella máxima hipercínica según la cual el mundo sólo quiere que le engañen", sostiene el filósofo.

El cinismo del Gran Inquisidor "es tan visceral porque no solo desmiente la ecuación entre saber y poder formulada por la Ilustración, sino que niega la premisa de toda sociedad liberal y de la antropología occidental".

"El Inquisidor sostiene la tesis tan oscura como profundamente rusa según la cual el hombre es demasiado malo para ser libre y no necesita a Cristo sino la mano dura de una elite ascética", afirma.

"El doble axioma como base de la política y de la maldad humana como negación de cualquier libertad pueden ser también las tesis de un disidente desesperado", agrega Sloterdijk, para quien "el cinismo o el populismo actuales son la máxima depresión al poder".

"Una radical depresión política que el astuto populista oculta tras un sistema de mentiras y una serie de máscaras".

Según el filósofo, "ningún populista, por sádico e histriónico que sea, puede creerse las que presenta como sus convicciones ni sentirse en paz consigo mismo".

Otro ejemplo perfecto del "neocinismo contemporáneo" es para Sloterdijk el "mefistofélico" presidente de EE UU, Donald Trump, que "basa su política, depresiva en grado sumo, en el hecho de que debe mentir diariamente y no hacer ningún caso de la verdad, que niega por sistema".

Trump es un político que "encarna en la máxima potencia el drama de la absoluta incoherencia del cinismo cuando llega al poder".

Para su buen funcionamiento, las sociedades han de estar siempre "conectadas por la circulación del dinero y la confianza en la existencia de una vida en común", pero tanto el dinero como los valores son susceptibles de corrupción.

"Ahora bien, una cosa es la corrupción por la inflación monetaria y otra, la corrupción de los valores morales de los ciudadanos en las fases cínicas de la historia" como la que hoy vivimos.

En esas fases, las sociedades dejan de ser "sistemas de confianza" para convertirse en "mentiras organizadas" en dos frentes: el pueblo al que siempre apelan los populistas, por un lado, y las elites, por otro.

En la psicopatología política, explica Sloterdijk, actúan dos polos opuestos: el de la libertad y el de la seguridad. La libertad de consumo, de opinión, la emancipación de las costumbres y el imperativo de la inmunidad, que frena las libertades individuales y del cuerpo social.

"La seguridad se vuelve dominante cuando en una crisis hay gente que tiene algo que perder. Los grandes partidos tradicionales no han conseguido liberar al pueblo de ese temor, y ahí entran en juego los populistas, que repiten, como el Gran Inquisidor, que el hombre no es lo suficientemente bueno para ser libre".

Los nietos del Gran Inquisidor que ocupan hoy el poder "son los peores estudiantes, que se rebelan contra los mejores, contra los profesores y contra la misma institución escolar".

"El entusiasmo de la era de internet es siempre horizontal; no hay ideales superiores a los que aspirar ni que emular para los admiradores de Trump o de los demagogos populistas", sentencia el gran pesimista.

Sloterdijk critica los rampantes populismos nacionalistas. "La mayoría de los países europeos están en un estado hipnótico de desinformación. Cada uno se imagina existir desde siempre como nación, y los populistas inflan sus mitos en las supuestas esferas de egoísmos nacionales".

(1) Declaraciones exclusiva al semanario italiano "L´Espresso"

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