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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Gibraltar, la punta amada

Los que hicimos el Bachillerato durante la dictadura franquista tenemos memoria de las manifestaciones callejeras que el régimen organizaba cada cierto tiempo para reivindicar, de forma tan retórica como inútil, la soberanía española sobre el peñón de Gibraltar. El profesor que daba Historia aprovechaba la ocasión para explicar en detalle el Tratado de Utrecht (más propiamente los tratados ya que fueron varios) que puso fin a la Guerra de Sucesión al trono de España e incluía cesiones territoriales, entre ellas la plaza de Gibraltar a Inglaterra, y hasta cupos en la explotación de la esclavitud africana. Mientras, el profesor que daba Formación del Espíritu Nacional (más conocida entre el alumnado como Política) prefería avivar el sentimiento patriótico de la clase con alusiones al robo perpetrado hacía más de doscientos años por la corona británica.

"Ya lo dijo nuestro caudillo Francisco Franco -se exaltaba el hombre- Gibraltar caerá como fruta madura y se nos devolverá la integridad del territorio". A los futuros bachilleres, el Tratado de Utrecht y la integridad territorial del país nos interesaban más bien poco, pero acudíamos a las manifestaciones porque eran un pretexto para salir a la calle y no dar la lección. Los animadores de estos eventos solían ser los falangistas que iban en cabeza del tumulto cantando la canción que había hecho famosa Agustín Paino en una reunión de jefes de campamento celebrada en la madrileña Casa de Campo. No me la sé entera pero una de sus estrofas decía así: "¡Gibraltar, Gibraltar!/ avanzada de nuestra nación/ ¡Gibraltar, Gibraltar!/ punta amada de todo español". Lo de "punta amada de todo español" se prestaba a hacer chistes de contenido erótico, pero lo cantábamos encantados guiñando un ojo. Las manifestaciones más nutridas de personal solían darse en Madrid que para eso es el "rompeolas de todas las Españas", según conocida frase de Antonio Machado, pero en las capitales de provincia el entusiasmo era perfectamente descriptible pese a que la prensa y la radio dirigidas de la época hacían todo lo posible por calentar el ambiente. Las movilizaciones por Gibraltar se repetían cada cierto tiempo cuando el dictador consideraba conveniente agitar las aguas, pero el efecto era mínimo. Entre otras cosas, porque bajo la mesa las diplomacias de España y de Gran Bretaña se entendían perfectamente ya desde la época de la Guerra Civil. Digo lo que antecede porque estos días el contencioso sobre el Peñón ha regresado al primer plano de la actualidad a propósito de las negociaciones sobre el Brexit.

En un primer momento, el presidente español, el socialista Pedro Sánchez, amenazó con vetar el acuerdo si no se daban garantías de que cualquier decisión sobre Gibraltar tendría que ser tratada antes con el Gobierno de España. La cuerda se tensó un poco, pero al final se encontró la forma de redactar unos documentos que pueden ser interpretados al gusto de cada cual. Lo que permite que todas las partes implicadas se proclamen ganadores de la pugna. En opinión del señor Sánchez hemos avanzado positivamente en un pleito de soberanía que ya dura trescientos años. La oposición, en cambio, asegura que no hemos conseguido nada. A los escolares que hicimos el Bachillerato durante la dictadura franquista nos parece que en lo esencial, es decir, la reivindicación del territorio, no hay avances significativos.

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