Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El embudo

A la vista de algunas cosas que están pasando, y del contraste evidente entre la escasa atención que se les presta si se compara con otras prácticamente iguales y que causaron escándalos en el pasado reciente, parece obligada una reflexión. Serena, desde luego, pero que pueda ser útil para los muchos -cada vez más, en opinión de quien escribe- que creen que en este país, fértil en normativas legales y reglamentos, se aprecia a la hora de la verdad una sola ley, que es la del embudo. Con el riesgo, además, de que esa práctica se extienda de lo público a lo particular.

Es cierto que este resulta asunto controvertido, sobre todo porque quienes utilizan las ventajas niegan que existan, y porque esa mala costumbre afecta por igual a tirios y troyanos. Y que esas dos características hacen que su remedio resulte complicado: por más que de cuando en vez aparezcan denuncias cruzadas, casi nunca duran lo necesario para resolverlas porque, al afectar a todos, ninguno pasa de las palabras a los hechos. Es más: consagran el dato de que en ese tipo de polémicas, y para desgastar al rival, basta con el ruido sin que importe la verdad.

Por suerte, y seguramente a pesar de todo, esta es una sociedad cada vez más democrática en el mejor de los sentidos -o sea, más allá de la fanfarria y de las apariencias- y, por tanto, exige cada vez con más fuerza, aunque por ahora no parece haber llegado a causar efectos electorales claros, que se aplique eso de que en un Estado de Derecho la Ley sea igual para todos. Algo que a día de hoy se garantiza en la teoría, pero no en la práctica y que tiene varios espejos en los que se aprecia. Uno de ellos es la vieja, seguramente secular, costumbre de los llamados "enchufes".

Ha "resucitado", el asunto, por los casos de empleos de familiares de altos cargos y la nueva versión de las "puertas giratorias", ahora más rápidas que nunca. Como siempre, lo que antes provocaba las iras de algunos, muchas veces sindicatos, ahora se silencia o se dulcifica, admitiendo matices diferenciales entre "enchufes", que implican elementos antirreglamentarios, y "recomendaciones", que parecen solo inanes peticiones. Diferencia quizá cierta, pero que, como el "fundamento" de las puertas, parece dictado por la citada ley. La del embudo.

Ambas cuestiones citadas, y otras que podrían añadirse, son una prueba inequívoca de esa desigualdad que tanto se practica por los andurriales de la política. Y también de la repelente doble moral que aplican los partidos a la hora de analizar los asuntos propios y ajenos. En realidad, "enchufar" -y conviene insistir- se refiere solo, o debería ser así, a la colocación de alguien en un cargo simplemente por razones diferentes a su nivel y/o formación. Razones que pueden ser de amistad, familiares, de relación y confianza políticas, etcétera. Todos lo condenan, pero lo practican con diferentes argumentos o excusas. Y es lamentable.

¿No...?

Compartir el artículo

stats