El termómetro de los calores políticos en la ciudad ya supera al de los climatológicos, que ya es decir. Y lo peor de todo es que no bajarán ni con la llegada del otoño e invierno, si es que aterrizan por estas tierras. El motivo no es otro que la cercanía de otra cita electoral, la de las municipales. Pero lo que se lleva ahora es el fuego cruzado de acusaciones relacionadas con la situación del Plan Xeral de Ordenación Municipal bloqueado y con un horizonte muy negro para que se pueda aprobar en un mandato que se consume, y tiene desesperada a la ciudadanía. Sin entrar en consideraciones técnicas, la realidad es que el gobierno en minoría del PP no encuentra apoyos para aprobar un plan tan necesario y vital para el futuro desarrollo de la ciudad, como recordó hace escasos días la patronal de la construcción. La paradoja del viaje delirante de estos más de tres años la plasmó recientemente el alcalde, Jesús Vázquez, al reconocer que asumieron el documento aprobado por el PSOE, con alguna modificación, pero acusa de "destruir la ciudad" al portavoz de Democracia Ourensana, Pérez Jácome, por no apoyar , cuando si uno fue el autor intelectual del plan aprobado inicialmente -PSOE (6 ediles)- y otro -PP (10 ediles)- lo quiere rubricar con añadidos, lo tienen fácil: sumar y con 16 -dos por encima de la mayoría- lo aprueban y punto. Tan sencillo como eso, y sin necesidad de adentrarse en la esperpéntica espiral de descalificaciones con un tufillo a justificación perversa. Lo que no se puede soportar es esa levedad de incontinencia farisaica, que a la postre mantiene un plan con más de treinta años de vida, el de 1986, y atrancando la puerta al futuro de la ciudad. Y recordar que cuando se negocia en minoría es conveniente rebajar el tono de bastón de mando, en los que sobran mensajes como el de "no acepto chantajes", pues el principal chantaje a la ciudadanía es la incompetencia política. Arma letal.
