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El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

Vilagarcía, podrida por dentro

Las entrañas de Vilagarcía están podridas de puro viejo, perforadas por una especie de enfermedad de Crohn de las cañerías, que hace saltar por los aires, un día sí y otro también todo el sistema de abastecimiento y saneamiento.

Espina y Delfín se ha metido en un buen embolado cuando participó en el concurso del agua de la ciudad. Cierto que se lleva una millonada y seguro resulta rentable para la empresa cubrir las averías con parches.

Pero no es rentable para los ciudadanos por muchos conceptos. En primer lugar, el crematístico. ¿Por qué hay que pagar un suministro tan caro cuando el agua es un bien que regala la naturaleza? Y en segundo lugar por el incordio que supone. ¿Por qué tienen que sufrir los vecinos el corte de suministro cada dos por tres?

Las administraciones tienen que ponerse de una vez las pilas y olvidar temas supérfluos para abordar asuntos de importancia para el conjunto de los ciudadanos.

Pero no hay forma de que lo entiendan. La red de suministro de Vilagarcía hay que renovarla por completo, cueste lo que cueste.

Se trata de un problema tan antiguo como la propia ciudad, tanto que ya nadie sabe cuántas averías se producen a lo largo del año.

La última fue en Doctor Tourón cuando numerosos vecinos de la zona quedaron sin suministro durante nueve horas, pero dos semanas antes rompió una general en Os Duráns y hace también unos meses en la zona de O Sixto. La falta de presión en los pisos altos es una constante, un pánico que se acrecienta cuando llegan los meses de verano porque a los problemas de la red hay que sumar los efectos de la sequía y los bajos caudales de ríos y embalses.

Cierto que son obras que no se ven, que electoralmente no son rentables. Tampoco lo es el PXOM. Ni los servicios sociales. Con todo aún quedan dos años para la próxima cita con las urnas y todavía es posible promover una primera fase de renovación de la deteriorada red de la ciudad sin que suponga coste en número de concejales. Es simple cuestión de voluntad política porque el compromiso de los gobiernos debería ser de futuro. Pero solo miran el presente, en su doble acepción.

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