La insólita situación política de nuestro país, con al menos seis meses de gobierno en funciones, ha evidenciado la absurda cerrazón y las ansias de poltrona de los líderes políticos, empeñados en mutuas descalificaciones y vetos al diálogo; pero sin que ninguno de ellos insinuara medidas programáticas para afrontar los problemas que nos acucian. Ofrecer rebajas de impuestos, incrementos del gasto social y reducción del déficit sin decir cómo se va a conseguir no se puede considerar programático.

Convocados de nuevo al veredicto de las urnas se suceden las cábalas y aparecen los primeros sondeos, señalando que no se esperan grandes cambios. Si así fuese, ¿podemos esperar cordura negociadora en los implicados? Cantinflas solía decir "una duda me incomoda" y los españoles llevamos ya amplia cosecha de motivos para incomodarnos.

Sin obviar los riesgos de ese telón de fondo, me atrevo a discrepar de los pronósticos de los sondeos y formulo mi propia visión de lo que, imperativamente y como definitiva encuesta, va a ser realidad el próximo 26 de junio.

Creo acercarme a la verdad al considerar que mientras los partidos de la izquierda -especialmente los de extrema izquierda- suelen verse masivamente respaldados por sus incondicionales, la abstención se apoltrona en los sofás de los conservadores. Ahora, ante la amenaza de extremistas partidos emergentes, es posible que se vean obligados a abandonar la comodidad de tales sofás y se acerquen a depositar su voto; dando un significativo vuelco a los resultados y consiguiendo que el Partido Popular dé un salto cualitativo. ¿Podría aportar alrededor de 140 escaños a una coalición de gobierno?

Sensu contrario, opino que los socialistas van a obtener un mal resultado, porque las veleidades del señor Sánchez, jugando a varias y contradictorias bandas, seguramente alimentará el desencanto de sus correligionarios y alentará la crítica actitud de muchos de sus barones. Claro que cabe la posibilidad de que se cambie de candidato, buscando mejorar resultados y posibilidades de negociación. Pero no hay que menospreciar la demostrada habilidad de don Pedro para mover los hilos de la astucia y conseguir poltrona a cualquier precio.

La incógnita que me resulta más difícil de despejar es la que atañe a Podemos, porque es posible que se vea afectado por evidentes discrepancias internas y por el reflejo de la dramáticamente charlotesca situación de Venezuela que, ahora, se magnifica por el supuesto abono de una multimillonaria cantidad a la cuenta de Pablo Iglesias en un paraíso fiscal. Conscientes de ello buscan hacer un bloque con Izquierda Unida, pretendiendo superar a los socialistas, a los que con utópica generosidad ya ofrecen la Vicepresidencia del Gobierno. Aún así, no se puede ignorar que su respaldo está en las filas de los desesperados y que en España son legión.

También me cubre la sombra de la duda sobre lo que sucederá con Ciudadanos, pues aunque hayan ganado prestigio con su talante negociador, es posible que una reflexión de muchos de sus votantes les lleve a utilizar el billete de ida y vuelta. Las raíces ideológicas de Ciudadanos son muy similares a las de Partido Popular, al que arrebató votos de los que querían renovación y mejora y que pueden sentirse defraudados al ver que su conservador voto se alió con los socialista e, incluso, con la extrema izquierda. Tampoco hay que olvidar que la actitud del señor Rivera ha sido sorprendente y que puede seguir siéndolo.

Se puede afirmar, apostando a seguro, que no habrá mayoría absoluta y que de nuevo estemos abocados a negociar coaliciones, solo posibles erradicando absurdos vetos, porque aunque sea asumible el riesgo de no llegar a acuerdos, es inaceptable no intentarlo y no debiera repetirse la irracional negativa socialista a hablar con los populares; justificando hacerlo con Podemos por respeto a sus cinco millones de votantes. ¿Y el respeto a los siete millones que votaron al PP?

Con todas las dudas y sabiendo que la política hace extraños compañero de cama, mi pronóstico sigue siendo la lógica y racional convergencia del Partido Popular y Ciudadanos, porque en el reverso de la moneda aparecería un popurrí ingobernable.

En cualquier caso, hay que hacer votos para que la cordura y generosidad negociadora acaben con el perjudicial marasmo que España no merece ni puede soportar.