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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

"Siempre mañana, y nunca mañanamos"

El pasado Domingo de Pascua de Resurrección, a las 2 de la tarde, Gonzalo Alejos Mouriño, mi amigo, una buena parte de mi familia y yo mismo recorríamos los trescientos metros que separan la iglesia de Santa Eulalia de Boimorto de mi casa familiar. Habíamos asistido a la Misa del Domingo de Resurrección, celebrada con oportunidad, sencillez, mesura y claridad, como en él es norma, por el cura párroco don Orlando Sánchez Nóvoa, al que parece que los años, en lugar de acobardarlo, le agilizan. Nunca podremos agradecerle lo suficiente su empeño, celo y eficaz quehacer. Los feligreses le demuestran su gratitud llenando el templo cada domingo y en cada acto litúrgico en los que participan de forma activa y comunitaria. Durante el oficio, el "Coro Parroquial de Santa Eulalia de Boimorto" interpretó varias piezas de música vocal, demostrando en sus intervenciones buenas y afinadas voces, armonía y madurez. Además saben hacerlo de forma integrada, es decir que cumplen con lo enunciando por Pío X, "cantan y oran la misa". La agrupación coral, creada en marzo de 2014, está integrada por Reme Sás, Lola Veiras, Luisa Gil, Modesto Veiras, Antía Veiras, José Vázquez, José Rodríguez, Francisca Prieto, Josefa González, Luis Estévez y Marisa Fernández. Quiero dejar constancia de cada uno de sus nombres pues soy testigo de su esfuerzo por hacerlo bien, lo que sin duda consiguen, bajo la dirección experta de Juan Jorge Izquierdo. Es una suerte contar con ellos en esta pequeña pero atractiva parroquia, paradigma de buena convivencia, hermandad y paz, a la que sin duda contribuyen con el ejemplo de su propia fraternidad y la eufonía de sus voces. Se habla muy a menudo de fraternidad y solidaridad. Pues no es ni más ni menos que el nombre cristiano de la relación entre los hombres

Durante el camino el cielo estaba diáfano y la serenidad era total. ¡Ah, pero la calma se rompió y el cielo se nubló! Una vez más surgió la discusión política, en la que Gonzalo -un historiador que se empeñó en no serlo- hace gala de un "no recalcitrante". El momento, no es para menos, porque la situación que atravesamos es monótona, tediosa e inoperante y nos abruma la orfandad de líderes capaces de converger y solucionarla. Se diría que se han empeñado en frenar la historia. Estamos en un nuevo cruce de caminos en que nos jugamos la suerte de España y la de los españoles. Mas no es la primera vez. Nuestra historia está llena de desorientaciones temporales y, si se tomase el camino equivocado, aunque ellos no quieran, volveríamos a tomar el rumbo que realmente nos representa y está asentado en siglos de memoria y tradición, a pesar de los errores y horrores de algunos de sus dirigentes. Lo peor es que los desvíos y los desatinos duran más de lo deseable y dejan heridas. Los despropósitos de la Segunda República dieron paso a las barbaridades de la dictadura y esta se prolongó tanto, que nuestros padres no conocieron las libertades. Recuperada la libertad y la democracia en el ejemplar periodo del consenso de la "transición", es obligación de nuestros políticos actuales prolongarla y actualizarla, evitando cualquier riesgo de totalitarismo. Con todo ello, que nadie interprete que me aferro al pasado y pongo obstáculos al progreso. Todo lo contrario. Cada día hemos de planearnos el mañana y cumplirlo.

"Siempre mañana, y nunca mañanamos" decía Lope de Vega en el último endecasílabo del primer terceto del soneto "Tanto mañana y nunca ser mañana", incluido entre las Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (Madrid: Imprenta del Reyno; 1634), bajo el epígrafe Cánsase el poeta de la dilación de su esperanza. "¡Tanto mañana, y nunca ser mañana! / Amor se ha vuelto cuervo, o se me antoja. / ¿En qué región el sol su carro aloja / desta imposible aurora tramontana? / Sígueme inútil la esperanza vana, / como nave zorrera o mula coja, / porque no me tratara Barbarroja / de la manera que me tratas, Juana. / Juntos Amor y yo buscando vamos / esta mañana. ¡Oh dulces desvaríos! / Siempre mañana, y nunca mañanamos. / Pues si vencer no puedo tus desvíos, / sáquente cuervos destos verdes ramos /los ojos. Pero no, ¡que son los míos!"

Tomé de Burguillos es un álter ego ficticio de Lope que este presenta como autor de las rimas, de las que él solo sería el compilador. El objetivo del escritor es sencillo y natural, si bien con calidad de culto de la que sería un buen ejemplo Garcilaso de la Vega. En todo el poemario existe un interés concreto por parodiar o ironizar determinados temas, algo que me viene bien para recordarles a nuestros políticos actuales que se dejen de historias y "mañaneen", aunque para ello recurra e un encadenamiento indisimulado. "Mañanar" -según el uso lopesco, pues el diccionario de la RAE pone el frecuentativo "mañanear"- es una hermosa palabra, antónima de "volver mañana", significaría algo así como actuar con diligencia y prontitud y ponerse manos a la obra o, si lo prefieren, "espabilar". En el segundo verso del primer cuarteto alude Lope al graznido del cuervo que acaso se perciba en el "cras, cras" o en el "Tanto mañana y nunca ser mañana" con que se inicia la composición. Sobra decir que nos trae a la memoria el siempre mencionado artículo de Mariano José de Larra, Vuelva usted mañana. Tampoco olvidamos la queja del cervantista Francisco Navarro Ledesma, cuando le decía a su amigo José Ortega y Gasset: "No mañanamos"

Stefán Zweig (Viena, 1881-Petrópolis, 1942), escribió Momentos estelares en la humanidad (1927). Es un libro que recoge instantes decisivos, puntos clave de inflexión de la historia, que en palabras del autor son "resplandecientes e inalterables como estrellas, brillan sobre la noche de lo efímero [?] cada uno de estos momentos estelares marca un rumbo durante décadas y siglos". Zweig opone la conciencia a la violencia, la tolerancia a la fuerza bruta y deja constancia de cómo la victoria endurece el alma de los que triunfan, mientras la derrota imprime en el alma de los vencidos "profundos y dolorosos surcos". Su comprensión por las víctimas le hace cobrar conciencia de la función ordálica de la historia donde el éxito de la justicia se impone al final como única instancia.

En Sucesos en la Historia (Pasos Quedos. Madrid: Escelicer; 1959) Azorín nos presente un diálogo hipotético con su amigo Paco Mergelina en el que este le plantea sucesos en los que si en lugar de haber seguido el rumbo ya conocido, se hubiese emprendido otro, la suerte hubiese sido distinta. Y cita varios ejemplos. El de Fernando, el hermano de Carlos I, que estuvo instituido heredero y pudo ser rey de España y no lo fue. Había nacido en Alcalá de Henares, hablaba castellano y su secretario era un poeta, Cristóbal de Castillejo, castellano genuino. Si Fernando hubiese sido el rey de España parece claro que en Castilla las Comunidades, ni en Valencia y Mallorca las Germanías. O el de Felipe II, que llegó a reinar en Portugal. Si hubiese seguido el consejo de Antonio Pérez y después de Diego de Saavedra Fajardo y hubiera fijado la capital en Lisboa, posiblemente el destino de Iberia hubiese sido otro. Azorín le replica que lo que dice puede ser y no puede ser, y que por mucho que se tuerza el rumbo "hay un designio providencial que no puede estar a merced del acaso". Nos advierte que la historia en dosis excesivas lleva a la inacción y a vivir encandilados con lo pretérito. Y trae a colación al filósofo Federico Nietzsche (1844-1900) que, en Crepúsculo de los dioses (1887), afirmaba: "A fuerza de indagar los orígenes, se vuelve uno cangrejo. El historiador mira hacia atrás y acaba por creer hacia atrás". Es más o menos reiterar como empezamos: "Siempre mañana, y nunca mañanamos"

La historia está llena de ejemplos dramáticos y tristes en los que por el egoísmo personal o la insuficiencia manifiesta de los políticos no se tomaron las decisiones necesarias. El momento actual español requiere resolución, coraje y disposiciones de los responsables de los diferentes partidos. De no hacerlo, nos vamos a creer aquello que escribió Camilo José Cela, con su fina ironía, en La madeja política (El juego de los tres madroños. Barcelona: Ed. Destino; 1983): "No es fácil medir la dosis de aventura personal que subyace en cada vocación política y en cada trayectoria pública; a veces pienso que, en no pocos casos y a lo mejor, es tanta y tan desmesurada -o puede ser tanta y tan descomunal y desmelenada- que se yuxtapone a la vocación y se confunde con ella hasta llegar a hacerse una misma y única noción. [?] Es probable que esa vocación y ese afán que aludo sean los dos cabos de la revuelta y enmarañada madeja que llevan los políticos donde los demás mortales alojamos los sesos y sus entresijos, porque para mí tengo que las calaveras con relleno normal, esto es, las de casi todo el mundo no sirven para los menesteres de intriga, maniobra y gobierno. [?] La pura y más eficaz aptitud política suele apoyarse en un trípode punto menos que mágico cuyos pies tuvieran la receta milagrosa que enseñase a no creer en nada, a no hacer nada y a no dimitir por nada".

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