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La reforma de las poltronas

El nuevo jefe de gobierno italiano se llevó a sus ministros a un monasterio y volvió con el propósito de reformar de una vez la ley electoral, que los propios políticos transalpinos denominan "la cerdada". Si consigue hacerlo bien y en poco tiempo, habrá hecho una gran contribución a la estabilidad de su país. Giorgio Napolitano podrá entonces convocar unas nuevas elecciones de las que salga un gobierno fuerte, y también él podrá irse finalmente a casa si así lo desea. Pero el empeño no es fácil.

El sistema electoral italiano es de una complejidad manifiesta. Por una parte es de tipo proporcional, pero corregido con un generoso bonus al ganador, que se lleva al menos el 55% de los escaños. Pero este cálculo, que es nacional en la Cámara de Diputados, en el Senado se aplica región por región, con lo que las correcciones se neutralizan. Además, los partidos se votan por separado aunque se adscriban a coaliciones, y el bonus se da a la coalición; así ocurre que en las últimas elecciones el partido con más votos en la Cámara (25,5%) fue el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, pero el bonus se lo llevó la coalición de izquierdas, lo que provocó un sentimiento de estafa en los "grillini". Y en el Senado, el sistema de bonus por regiones y la presencia de Grillo llevaron a una fragmentación ingobernable ya que, además, las dos cámaras tienen idéntica capacidad de bloqueo. A la vista del lío, la misma noche del recuento surgieron voces proponiendo como única salida un gobierno técnico que reformara la ley electoral y convocara de nuevo a las urnas.

La salida no ha sido un gobierno técnico, sino político y de coalición entre los protagonistas del desastre de los últimos años. Una derecha fiel al multiprocesado Berlusconi y una izquierda incapaz de superar su cainismo autodestructivo. Solo tienen en común el interés por neutralizar a Grillo y a su incómodo movimiento, que se niega tanto a jugar de secundario en cualquier pacto, como a salvar la cara a una izquierda a la que aspira a sustituir. La ley electoral en la que pueden coincidir será aquella que extienda al Senado el sistema de mayoría forzada que rige en la Cámara. Esto, o ir más a fondo y vaciar el Senado de contenido: tal vez demasiado para un gobierno tan provisional. Pero, por otra parte, una reforma descaradamente anti-Grillo levantaría ampollas en la opinión pública, convencida de que los políticos tradicionales solo defienden sus poltronas ("poltrona", palabra italiana).

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