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Cifras que desagrada analizar

Juan José R. Calaza

Contra toda opinión oficial –incluidas la de Bruselas y la del FMI– lo diré en corto y por derecho: la situación económica española no es como la de Grecia, es peor. Temo que el descalabro económico en curso quedará en la historia del capitalismo globalizado de nuestro país como lo fueron en el orden militar y político las derrotas ultramarinas de 1898: el derrumbe de una época y la entrada en lo desconocido.

Ahora como entonces, la pusilanimidad e incompetencia de los políticos y la desidia, superficialidad e inconsciencia de un pueblo que debate de toros y fútbol mientras los cimientos del progreso de las generaciones futuras se hunden, hablan a las claras del entumecimiento social, rasgo inequívoco de un país infantilizado a la espera de soluciones milagreras. Esta fe cristaliza en la creencia que antes o después las instituciones que gravitan en torno al euro acudirán a recoser los harapos de una nación cuyo Presidente voceaba hace tres años que íbamos a sobrepasar a Francia en renta per cápita después de haber adelantado a Italia.

Aunque hay más, analicemos someramente tres elementos relevantes: 1, el paro; 2, el crédito; 3 ,la deuda española.

1. Respecto al paro, lo de Grecia es de aficionados comparado con España: allí tienen una tasa de desempleo del 10%, la mitad que aquí. Y aunque salgamos de tasas negativas de crecimiento –valga el oxímoron– el paro seguirá aumentando en términos absolutos hasta el 2014 desbordando el dique fatídico de los cinco millones. Por una parte, el empleo público no puede seguir aumentando habida cuenta de que el Estado –con ayuntamientos y CC AA– carece de recursos para ello; por otra, el efecto contracíclico del déficit público se ha agotado y no podrá relanzarse con deuda dado que las nuevas emisiones se destinan en parte a amortizar vencimientos y pesan los objetivos de su reducción y las primas de riesgo; además, el ahorro de precaución de familias y empresas junto con el racionamiento del crédito bancario (credit crunch), los aumentos de tipos impositivos que vendrán y el estancamiento en turismo, automoción y construcción (excedente real o sobreoferta de 1 millón de viviendas) impedirán generar tasas de crecimiento reductoras del desempleo. La balanza comercial tampoco reserva alegrías.

De todo ello cabe extraer una conclusión. Supongamos, para facilitar el análisis, que los impuestos y cotizaciones sociales puncionadas a los 3 millones de funcionarios no se destinan a pagar parcialmente sus propias nóminas ni pensiones sino que se asignan a otras partidas del presupuesto como la construcción de autopistas. Teniendo en cuenta que hay aproximadamente 17 millones de empleados a tiempo completo, quedan 14 millones de trabajadores para mantener mediante sus impuestos y cotizaciones sociales un sistema que lleva en brazos millones de parados y subsidiados, millones de funcionarios y millones de jubilados. Resulta evidente que funcionarios y pensionistas deben contribuir más al mantenimiento del entramado económico al ser garante de sus ingresos.

2. Parte de la Banca pero especialmente algunas Cajas de Ahorro han entrado en coma. Habría quiebras si tuvieran que provisionar a precio real de mercado el parque inmobiliario residencial y ciertas participaciones empresariales. Anotemos asimismo la depreciación facial de deuda española en manos de esas instituciones crediticias. No extraña que el rechazo del crédito a las PYMES alcance el 25% de las solicitudes al tiempo que el racionamiento se consolida con mayores exigencias de garantías. Se constata también que el paro dispara la quiebra de familias y la mora aumenta. Otro tanto sucede con las empresas, con lo cual el comportamiento del sistema bancario retro-acciona perversamente sobre sus propios balances. Si bien se mira, las ayudas y garantías estatales no lograron sus dos objetivos fundamentales: hacer fluir el crédito y evitar los embargos inmobiliarios. Paralelamente, la guerra de pasivos para captar clientes pagando mayores intereses deteriora los márgenes de intermediación y acaba siendo macroeconómicamente un juego a suma negativa al no aumentar la masa global a repartir pero sí la exigencia de mayores tipos de interés a los créditos concedidos para compensar los intereses pagados a los clientes "robados" a la competencia. En última instancia, son las empresas susceptibles de generar empleo las que soportan la guerra de pasivos, en un momento en que disminuyen los beneficios, fundamento de inversiones futuras y por tanto del crecimiento económico.

3. Respecto a la deuda total española, no hay que darle muchas vueltas; si sumamos el endeudamiento público –contando ayuntamientos y CC AA– al del sector bancario y el de las empresas no financieras y particulares obtenemos 3,6 veces el PIB. Sí, por increíble que pueda parecer la deuda total española ronda los ¡3 billones 800.000 millones de euros¡ Algún analista económico la calcula neta deduciendo de nuestra deuda total las emisiones de no residentes propiedad de residentes.

Este cálculo no es pertinente toda vez que esos haberes están ya comprometidos en planes de pensiones de particulares o empresas, para sus empleados, o como fondo para garantizar las pensiones de la Seguridad Social. Por tanto, y en el mejor de los casos, la deuda total española consolidada es de 3 billones de euros de los cuales 680.000 millones corresponden a deuda pública. La deuda externa total, pública y privada, se estima en el 165% PIB. De esa deuda para con el extranjero, 1 billón 400.000 millones de euros corresponden al sector privado y solamente 360.000 millones son de deuda pública.

Lo que asusta a los "mercados" no es la deuda pública española, que también, sino la tasa de paro, que dobla la de Grecia, el racionamiento crediticio, que retroalimenta el paro, y la deuda privada. Pero por encima de todo, resumiendo el desastre, hay un elemento del que prácticamente nadie habla, esto es, que desde hace mucho tiempo en España hay poco dinero porque sale más del que entra: la balanza por cuenta corriente presenta saldo negativo. ¿Hay solución? Solución podría haber, milagros, no.

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