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Los malpagados

Fernando Delgado

Que el presidente del Congreso de los Diputados decidiera como jefe de aquella empresa que sus trabajadores fichen al menos los miércoles, a las nueve de la mañana, con el argumento de que es una hora muy razonable en la que muchos españoles empiezan su curro, no parece haber tenido mucho éxito si se juzga por la sesión del miércoles pasado. Pero tengo entendido que desde que el pleno de control al gobierno pasó de la tarde a la mañana las ausencias han sido más que antes; la cama es la cama. Tal vez se deba en buena parte, sin embargo, a que muchos señores diputados tienen otro trabajo que atender en la calle, un bufete de abogado, por ejemplo, que requiere de horas matutinas. No es precisamente un buen ejemplo para los parados que preocupan a Rajoy y que ni dispuestos a entrar a las siete en la obra consiguen un empleo, cuanto más dos. Pero supongo que Zapatero y Rajoy lamentarán que el hemiciclo del Congreso no sea para los trabajadores españoles un espejo en el que mirarse. Tal vez la culpa la tenga José Bono al congelar los sueldos y dejar en la mísera cantidad de 60.000 euros al año el salario de un diputado raso. Es posible, pues, que los mileuristas comprendan que con esa ridícula paga no esté cualquier trabajador para presentarse a las nueve de la mañana de los miércoles en el tajo. Claro que cuando uno no es un diputado raso y el sueldo y las dietas y los pluses varios incrementan su retribución, como debe ser el caso del diputado Aguirre, que tenía que preguntar al gobierno y no preguntó porque no estaba, resulta más llamativa la negligencia. Y es que deben ser tantas las ocupaciones de su señoría que, aunque deba consultar su agenda para saber dónde tiene que estar los miércoles a las nueve, confunde el miércoles con el viernes, las nueve con las diez, y se va a la biblioteca, que es donde estaba. Si la crisis ha conseguido que todo el mundo pida las cuentas de todo, habrá que ver por cuánto nos sale un pleno del Congreso.

Y APARTE. Es evidente que las crisis económicas sirven al menos para detectar con más celo tanto la pobreza como el lujo. Porque si bien no es nuevo que medio millón de familias viva en España, no ya en la pobreza, sino excluidas, bien parece que sólo cuando la carencia llama a nuestra puerta, o corremos el riesgo de que llame, es cuando más nos llama la atención que haya mucha gente que vive peor que nosotros o que apenas vive. El tiempo de bonanza ha sido muy bueno para algunos que encima, ahora, ponen la mano y piden auxilio, pero no para ese cerca de un veinte por ciento de familias españolas que tienen serias dificultades para llegar a fin de mes y sabían ya de crisis más que Matusalén. Quizá por eso, al diario ABC la crisis le ha servido para descubrir que el presidente de la Xunta de Galicia tiene hasta cuatro coches a su servicio, que el presidente del parlamento catalán casi se instala, el muy hortera, un hotel de lujo en su coche y, de paso, lo mucho que ha subido el recibo de la luz en el Palacio de Moncloa. Pero si unos son socialistas y el otro independentista irredento, ABC, que se distingue por su neutralidad, seguro que va a encontrar en los gobiernos de la derecha otros despilfarros. Y si no, cualquiera de ustedes, lectores, en un alarde de periodismo participativo, podrían contribuir a señalarle al diario lo que sus ojos ven en sus comunidades autónomas.

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