En esta campaña electoral, la vecina del quinto ni siquiera ha podido enterarse de lo que supone para la vida municipal la ley del suelo. El mismo día en el que se le daba visto bueno en el Congreso a esa ley no se hablaba de otra cosa que del escándalo con la Fórmula 1, que no fue poco escándalo. Los escándalos forman parte de los programas electorales y a veces se organizan para distraer al elector o para dejar en paz a los corruptos que figuran en los carteles. Ella, a lo peor va a votar a unos corruptos, convencida de que la corrupción no tiene remedio, pero nadie le recuerda la relación que tiene la corrupción con la financiación de los ayuntamientos, asunto del que no oye hablar a nadie en esta campaña. Lo cierto es que están tan ocupadas las pantallas por un país distinto al que la vecina del quinto vive, poblado de charlatanes y demagogos, de rufianes, metirosos y tramposos, que ha llegado a pensar que el problema del vertedero que le han organizado bajo su terraza por falta de contenedores para la basura es una idiotez de mal acostumbrada. Cada vez que ella creía en los días pasados que en los medios le iban a hablar de soluciones sobre la vivienda de su hijo, los problemas de su barrio o las carencias de los servicios que se le prestan, salía un tal Manuel Conthe, estirado como un pijo, y hablaba de lo que importa: de ajustes de cuentas entre gentes del poder, las finanzas y la Comisión Nacional del Mercado de Valores, que es un asunto de ricos, y ya no había espacio para hablar de su ambulatorio. A Rajoy no le interesaba otra cosa que eso y De Juana Chaos; A Zapatero, otro tanto, pero al revés. Por eso, la vecina del quinto buscaba el país real hasta que se dio cuenta de que donde le interesa tener voto es en la Comisión Nacional del Mercado de Valores para defender a un pobre González que pierde dinero en el BBVA y por cuya suerte se interesa la oposición mayoritaria. Como se ha interesado el PP en defender a las eléctricas en sus opas, mientras los vecinos del barrio valenciano de Patraix no tenían quien les escuchara cuando avisaban del peligro de una subestación eléctrica al lado de su casas, que contaba con las licencias municipales. Ahora ha explosionado la subestación y nadie encuentra a la alcaldesa. La alcaldesa se afana en mítines donde se ofrecen torres y ciudades de lo que sea, pero desde allí les ha contestado que la culpa es de Zapatero. Zapatero debe contentarse con que Rita Barberá no lo haga en este caso culpable de la explosión, pero la vecina del quinto de Patraix puede ver cómo son capaces de convertir un problema por el que ella ha venido protestando desde hace años, es decir, que viene avisando, en un motivo más de confrontación entre partidos, por lo demás ridícula, mientras ella le trae al pairo a ciertos candidatos.