Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El guardaespaldas de Los Hispanos

Rodrigo Corrales, ayer, con su medalla olímpica en Tokio.

Ya han pasado siete años desde que Rodrigo Corrales se pusiese por primera vez la camiseta de Los Hispanos. Fue en abril de 2014 en la Swiss Cup, con sendos partidos ante Suiza y Suecia. Desde entonces no ha dejado de formar parte de un grupo de jugadores que acaba de poner el broche a un ciclo histórico. De la decepción de quedarse fuera de Río 2016 se pasó a dos campeonatos de Europa consecutivos, un tercer puesto en el mundial de este año y ayer redondeó ese palmarés con una medalla de bronce en Tokio. “Más allá de lo que conseguimos está la forma en la que lo conseguimos: nunca nos rendimos, siempre luchando por todo. Después de un año tan largo y complicado la mejor forma de acabar era con esta medalla”, afirmaba el cangués después de derrotar a Egipto en el partido por el bronce.

Rodrigo Corrales con el trofeo de la Granollers Cup, junto al actual director deportivo del Balonmán Cangas, Óscar Fernández

Rodrigo Corrales con el trofeo de la Granollers Cup, junto al actual director deportivo del Balonmán Cangas, Óscar Fernández

Rodrigo Corrales presume y hace gala de ser de Cangas y se ha convertido en uno de los mejores embajadores de la localidad de O Morrazo. Incluso llegó a jugar un partido con el Paris Saint Germain con el nombre de “Cangas City” en su camiseta. A sus 30 años lleva ya media vida fuera del pueblo que lo vio nacer. El F.C.Barcelona no pudo evitar fijarse en él después de sus portentosas actuaciones en la Granollers Cup de 2003 y 2004. En la primera el que acabó elegido como mejor portero del torneo fue Gonzalo Pérez de Vargas y en la siguiente edición Corrales le tomó el relevo. Después de aquello ambos acabaron en la cantera del Barça donde, además de formarse como personas y jugadores, forjaron una gran amistad.

La llamada del Barcelona le cambió la vida y desde el Balonmán Cangas no tuvieron duda de que, aunque tenían que desprenderse de una de sus joyas, aquello era lo mejor para Corrales, que tenía apenas 15 años cuando hizo las maletas.

La trayectoria con Gonzalo Pérez de Vargas ha sido casi paralela. El cangués ha mostrado quizás un mayor espíritu aventurero, casi inquieto y siempre buscando nuevos retos. Su “mili” en forma de cesión fue en el Huesca y luego en el Wisla Plock de Polonia, con Manolo Cadenas de entrenador. En aquel momento el leonés era también seleccionador nacional y fue él quien le dio la oportunidad de debutar con Los Hispanos. Luego llegó la gran decisión: aceptar la oferta de renovación del Barcelona para jugar allí o volar en solitario. Y Corrales optó por la segunda.

Quizás era el camino más difícil, pero era el que debía seguir para poder crecer y aspirar a más. De Polonia se fue al Paris Saint Germain, donde jugó dos temporadas antes de volver a cambiar de aires. Ahora juega en el Veszprém de Hungría, otro de los equipos punteros del balonmano continental.

Rodrigo Corrales, a la derecha, con su equipo del Cangas antes de fichar por el F.C.Barcelona

Como otros muchos niños durante su infancia practicó varios deportes y formó parte de las categorías inferiores del Alondras, el equipo de fútbol de Cangas. Pero enseguida vio que sus verdaderas opciones de hacer algo grande estaban en la pista de 40x20 del balonmano. Un día se le presentó a su entrenador y actual director deportivo del Balonmán Cangas, Óscar Fernández, y le comunicó la decisión que acababa de tomar. “Voy a dejar el fútbol. A lo máximo que puedo llegar es a jugar en Tercera División. Me quedo en el balonmano para jugar en Asobal y el F.C.Barcelona”, le dijo.

No falló. Tenía unas condiciones físicas espectaculares [en edad de alevines medía 1,70; en la de infantiles estaba en más de 1,90 y hoy supera los 2 metros], una enorme capacidad de trabajo y de estudio de sus rivales, junto a un constante afán por mejorar. Durante ese trayecto consiguió hacerse con un hueco fijo en Los Hispanos y Jordi Ribera, seleccionador desde 2017, siguió contando con él desde el primer momento.

Un camino que le permitió tocar el cielo con Los Hispanos al lado de una generación de jugadores irrepetible. La medalla de bronce de España en Tokio significa mucho más que el cierre de un ciclo olímpico. Es el broche de despedida para una serie de jugadores como Raúl Entrerríos, que alargó un año más su carrera para poder disputar sus últimas olimpiadas e intentar sumar una medalla más. “Hay muchas razones por las que el encuentro de hoy [por ayer] es especial: era el último de Raúl, que además también marcó el último gol. Hubo mucha gente que no pudo estar y que nos apoyó, como Aitor Ariño, Joan Cañellas... Espero que esta medalla sirva para el futuro del balonmano español y para seguir creciendo”, manifestaba nada más conseguir la medalla de bronce.

España afronta un cambio de guardia en su selección de balonmano y todo indica que ahí seguirá un cangués para mantener a salvo la portería de Los Hispanos.

Compartir el artículo

stats