Antonio Soto-Quiroga Bermúdez y José Manuel Illán Barreiro son guardias civiles, aunque hasta el sábado no se conocían. Coincidieron en el partido de juveniles en Moaña en el que jugaban sus respectivos hijos, uno por el A.J. Lérez y el otro por el C.D. Moaña en el campo Iago Aspas-O Casal. La fortuna hizo que ambos estuvieran allí en el momento en el que una mujer de 80 años, que veía jugar a su nieto, se atragantó comiendo una empanadilla. Los dos, con la ayuda del yerno de la mujer, lograron salvarle la vida aplicando la maniobra de Heimlich. “Es algo imborrable”, aseguran

Ambos tienen 53 años. Antonio Soto-Quiroga Bermúdez, que reside en Poio y trabaja en el Centro Operativo Complejo (COC) de la Comandancia en Pontevedra, va a cumplir 35 años en la Guardia Civil el próximo 1 de septiembre, en donde entró con 18. José Manuel Illán Barreiro, natural de Lugo aunque vecino de Cangas, lleva 28 en el Instituto Armado en donde está destinado en el Subsector de Tráfico en Vilaboa. No se conocían, pero el sábado, estando fuera de servicio, coincidieron en el campo de fútbol Iago Aspas-O Casal, en Moaña, para ver el partido de sus respectivos hijos, en la categoría de juveniles, el de Antonio en el A.J. Lérez y el de Illán en el C.D. Moaña.

Aquel partido les ha unido y se ha convertido en algo imborrable para ellos cuando, en el descanso y después de que un compañero les presentara al comienzo del encuentro, ayudaron a salvar la vida a una vecina de Moaña, de 80 años, que se había atragantado con un trozo de empanadilla. Gracias a las maniobras de Heimlich que ambos le aplicaron, consistentes en comprimir el abdomen, y con la ayuda del yerno de la mujer introduciendo la mano en su boca, lograron inducir la expulsión del gran trozo de comida que la estaba asfixiando y que ya le había dejado la boca y las manos azules por falta de respiración.

Una imagen de archivo de las gradas del campo Iago Aspas-O Casal, en Moaña. / S. Á.

Illán, que reside en Cangas, estaba sentado muy cerca de la mujer, que acudía a ver jugar a su nieto en el Moaña. El guardia civil conoce a la familia. Asegura que él estaba delante de esta familia y en un momento que se giró, vio jaleo, a la mujer con la cabeza caída hacia delante y la boca y manos ya muy azules. No lo dudó la cogió por la espalda y empezó a aplicarle la maniobra de Heimlich. Al poco llegó Antonio, que estaba sentado en otra zona del campo, pero que se percató de que algo sucedía al ver al compañero arrodillado al lado de la señora y con el yerno también. En un primer momento pensó que podía tratarse de una lipotimia por el calor, pero presintió que algo iba muy mal. No lo dudó y saltó hacia ellos. Ya le vio la cara muy amoratada y las manos muy azules. Miró al compañero y supo que era ahogamiento. El yerno de la mujer ya estaba intentando sacar comida de la boca de su suegra. Antonio siguió con las maniobras de Heimlich, que antes realizó Illán, cogiéndola en peso por la espalda. Asegura que a la cuarta maniobra seguía pensando “¡no se puede morir!”. Y fue en la quinta cuando lograron que la mujer expulsara un gran trozo de empanadilla, que era la que la asfixiaba. Poco a poco, la mujer fue recuperando la respiración, con su marido junto a ella y viviendo momentos de mucha tensión que incluso le hicieron a él desvanecerse. De forma lenta y con ayuda de agua, la vecina fue recuperando la respiración y una vez que se encontró mejor, abandonó el campo con su marido. Volvía la normalidad al estadio Iago Aspas en una jornada que permanecerá imborrable para estos guardias.

Antonio recuerda que en su caso aprendió las maniobras de primeros auxilios en un curso hace unos 3-4 años en la Academia Galega de Seguridade. Nunca se vio en la necesidad de atender una emergencia así: “Actué como un autómata. No pensé en nada más que en salvarle la vida. A la cuarta reanimación llegué a pensar si algo estaba haciendo mal. Después cuando pasó todo, ya me entraron más los nervios. En este tipo de situaciones, la rapidez es primordial, es cosa de segundos. Yo le veía la mano azul en el regazo y pensaba ¡no se puede morir!”

Ambos muestran la emoción de haber logrado salvar esta vida, ya no solo por la satisfacción del deber cumplido como guardias civiles si no como personas: “Nos quedará un recuerdo muy intenso”. Illán ya pasó por la experiencia de haber salvado a una persona. Fue antes de entrar en el Instituto Armado, en la playa en Barreiros cuando se tiró al mar para salvar a un chico que se ahogaba. Para él, la satisfacción de haber salvado a esta mujer es doble por tratarse de una familia que conoce bien.

El Lérez se llevó el sábado el partido, pero para ambos guardias civiles y padres al mismo tiempo, el resultado fue lo de menos.