Julio vive al lado de la casa en la que ayer se empotró el coche en el que viajaban los tres cangueses. Asegura que estaba durmiendo y que sintió el golpe pero pensó que se trataba del ruido de un camión cargando los troncos que se almacenan en una finca enfrente de su vivienda, al otro lado de la carretera. A los pocos minutos, su nieta, de 16 años, que había salido de casa para ir a la parada a coger el autobús del colegio, regresaba asustada diciendo que hubo un accidente. Este vecino asegura que si el accidente llega a ser 15 minutos más tarde, la desgracia era muy grande: "Son muchos los niños que se juntan aquí, en el mismo arcén, para coger el autobús. Unos van a Cangas y otros a Bueu".

Juan Núñez regenta el Bar O Carballo, alquilado al dueño de la casa. En el momento del suceso, el local estaba cerrado, porque suele abrir a las 10.30 horas. Asegura que un hermano suyo que iba en dirección a Pontevedra vio el accidente, a los pocos minutos de suceder, y le llamó por teléfono. Cuando llegó ya estaba la Policía Local y varios vecinos del lugar atendiendo a los accidentados. Según los agentes, José Miguel A.L. ya estaba en el suelo cuando llegaron, tapado por una manta que habían facilitado los vecinos: "Hablaba, aunque estaba muy dolorido, al igual que el conductor. El copiloto ya no tenía pulso", asegura el policía que los asistió en primer lugar. La médico certificaría después la muerte en el acto del copiloto.

La Policía de Bueu no encontró en el lugar marcas de frenazo por lo que cree que la salida de vía pudo deberse a la negligencia del conductor, por un desvanecimiento o que se quedara dormido.

La empleada del Bar O Carballo, Mikaela, que atendió el local por la mañana tras el levantamiento del cadáver y la retirada del vehículo (11.00 horas) asegura que "el todoterreno quedó como un mini".