El expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva optó ayer por atrincherarse en una sede sindical de Sao Paulo en lugar de entregarse a la Policía en Curitiba (sur). Un auto de prisión dictado por el juez Pablo Moro de madrugada había concedido al líder izquierdista hasta las diez de la noche de ayer (hora española, las cinco de la tarde locales) para entregarse voluntariamente y empezar a cumplir su condena a doce años de cárcel por corrupción en una celda preparada exprofeso para él en la citada localidad.

La orden fue dictada por Moro después de que la víspera el Tribunal Supremo diera luz verde al encarcelamiento de Lula al rechazar por un apretado 6-5 el habeas corpus solicitado por el expresidente. Lula, que hasta ahora ha sido condendo en primera y segunda instancia, pedía agotar las cuatro instancias de apelación antes de ser encarcelado. De este modo, pretende ganar tiempo para hacer campaña, e incluso presentarse a las elecciones de octubre en las que es favorito indiscutible.

Sin embargo, Lula ya anunció a media tarde que no se entregará a la Policía Federal, con lo que lanzó un desafío a Moro. El líder obrero, que se acuarteló el jueves por la tarde en la sede del Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, su cuna política, permanecía anoche en el edificio sin dar pistas sobre si esperaría a que la Policía fuera a detenerle. Fuentes policiales informaron de que se habían entablado negociaciones y de que estas continuarían durante la noche con la defensa del expresidente antes de intentar alguna operación de captura.

Según la legislación brasileña, una orden de captura solo puede ser cumplida en días laborables entre las 06.00 y las 18.00 hora local (once de la noche en España), lo cual sólo dejaba ayer una hora de plazo a la Policía para detener a Lula. Las autoridades eran sabedoras en todo caso de que, si no intentaban la detención anoche tendrían que esperar hasta la próxima semana para cumplir la orden. De acuerdo con fuentes judiciales, tras la negativa a entregarse, el histórico dirigente brasileño perdió el derecho a los beneficios que le había concedido el juez, como una celda especial en la que estaría aislado de los demás presos.

La defensa de Lula consumió en recursos las horas previas al vencimiento del plazo del juez Moro, aunque sin resultados. Un juez de tercera instancia denegó la petición de los juristas del expresidente de suspender la orden de prisión de Moro. Por la mañana, tanto la defensa del expresidente como decenas de organismos de la sociedad civil y ciudadanos abarrotaron los tribunales con acciones que intentaban impedir su ingreso en prisión.

Al borde de la medianoche, miles de personas esperaban ante la sede sindical donde se supone instalado Lula algunas palabras de su líder. "Estaremos aquí el tiempo que haga falta. Hay gente decidida a todo", afirmó Luciano Oliveira, de 24 años. "El presidente no debe entregarse, porque uno se entrega cuando hizo algo errado y él no es culpable". Mientras tanto, las calles de Curitiba empezaban a llenarse de detractores de Lula que, enarbolando banderas brasileñas, exigían el cumplimiento de los autos judiciales.