Luchador infatigable contra la corrupción o justiciero puritano que criminaliza a los políticos son las imágenes que se proyectan sobre el juez Sergio Moro, que dio su "gran golpe" ayer de madrugada al ordenar al expresidente Lula su entrega en un plazo máximo de 24 horas.

En julio pasado, ya había condenado al icono de la izquierda a 9 años y medio de cárcel, por corrupción pasiva y lavado de dinero. Una sentencia que fue confirmada y aumentada hasta 12 años y un mes por un tribunal de segunda instancia.

Moro dictó su orden de entrega en Curitiba (sur), la ciudad donde nació la "Operación Lava Jato" (lavadero de coches), que en cuatro años se volvió referente mundial de la lucha contra la corrupción política.

El interrogatorio al que Moro sometió a Lula en mayo de 2017 fue una confrontación entre el Brasil que parece saturado por la corrupción y el que está indignado por la miseria. Cuando Moro preguntó a Lula si se sentía responsable de la red de sobornos de Petrobras, Lula repuso: "Doctor Moro, ¿se siente usted responsable por los cientos de miles de personas que han perdido sus empleos" por la "Operación Lava Jato". Tras ser condenado, Lula afirmó: "El juez Moro, rehén de los medios, estaba condenado a condenarme. Los fiscales, presa de megalomanía, aseguran que el PT quería el poder para robar".