De Brasil a Vigo por amor a la pesca

Tras estudiar Agronomía en Tocantins, Bruna Dzierwa arribó a Galicia para aprender el oficio del mar

Ahora está embarcada con Pesca Baqueiro en el “Isla de Terranova”

Bruna Dzierwa, de Brasil  a Vigo por amor a la pesca

R. V.

En su orla hay cuatro graduadas, una por cada tres compañeros que aparecen en ella. Bruna Dzierwa comparte ese espacio privilegiado con Nuria, Jessica y María del Carmen, las únicas de la Promoción 2022-2024 de la titulación de Técnico Superior en Transporte Marítimo y Pesca de Altura que oferta el Instituto Politécnico do Atlántico. “Barreras por ser mujer siempre hay, además en un sector que hasta hace poco era mayoritariamente de hombres”, comenta, pero a ella le dan igual. Tanto que no vaciló al cruzar el charco por amor a su nuevo oficio, aunque ese charco se extendiese desde Brasil hasta Vigo.

Su madre, Juliana Camara, habla desde el otro lado del teléfono muy emocionada. “Es la primera brasileña que se embarca en un pesquero gallego”, exclama. Lo ha hecho con Pesca Baqueiro, a bordo del Isla de Terranova. Un todoterreno del mar forjado en el astillero marinense Nodosa para enfrentarse a la dureza del Atlántico Noroccidental.

A lo largo de sus 50 metros de eslora, esta patrona de pesca de altura natural de Curitiba está aprendiendo ahora la parte práctica de su profesión, después de haber superado con éxito la teórica. Es un caso singular donde los haya, ya no porque sea mujer o proceda de otro continente a 7.000 kilómetros de distancia, sino porque antes de lanzarse a la mar estudió Agronomía en el Centro Universitário Católica do Tocantins. Materias como Fruticultura Tropical, Bioquímica o Fisiología Vegetal que decidió cambiar por su actual puente de mando, las fabulosas vistas que ofrece y un clima de todo menos estático.

“Todos los días que hablo con ella me dice que está enamorada”, evidencia Juliana. “Venía de Brasil de un sitio donde normalmente el termómetro marca 40 grados y ahora está a 4 pero dice que no tiene frío”, suelta mientras se ríe. Confiesa que cuando escuchó de su hija decir “quiero ir a la pesca, quiero vivir de esto”, su corazón se encogió. Y aun así se sobrepusieron las ganas de hacer ese sueño realidad.

Bruna emprendió su camino por el norte, yéndose a Santiago de Compostela para cursar en plena pandemia del coronavirus el Máster Universitario en Acuicultura de la USC. “Fue mi primera toma de contacto”, explica, aun admitiendo que lo que más le llamó la atención después fue la navegación y las artes de pesca que hay, “cada una única”. “Me resultaba muy interesante y completamente diferente a lo que había estudiado antes”, remarca. Empezó y ha sido un no parar.

La patrona de pesca de altura 
en tierra, en una de las paradas 
del arrastrero congelador de 
Pesca Baqueiro.  | // CEDIDA

La patrona de pesca de altura en tierra, en una de las paradas del arrastrero congelador de Pesca Baqueiro. / CEDIDA

Quizá la parte más complicada para madre e hija fue cuando tocó llamar a las puertas de las pesqueras con el título en mano, con el objetivo de ganar currículum. “Bruna se tiró dos o tres meses escuchando no, no, no, no”, lamenta Juliana. “Pesca Baqueiro fue la única empresa que no me dijo ‘vamos a mirar si es posible y ya hablaremos’. Todo lo contrario, desde el primer momento fue un sí”, destaca Bruna.

“Es una empresa que está preparada para tener mujeres en sus buques y que cree de verdad en las profesionales que podremos ser. Están dispuestos a invertir, mirando al futuro y teniendo en cuenta que hoy es difícil encontrar personas para trabajar en el mar”, añade.

Un buen día

Cada día es único en el Isla de Terranova. Bruna entremezcla guardias a jornada partida de mañana y noche; primero entre las 8.00 y las 12.00, después entre las 20.00 y las 00.00. Hay días “espectaculares pero monótonos”, jornadas en las que el mar regala impactantes desfiles de delfines y ballenas, amaneceres y puestas de sol impresionantes, y otras que son “completamente grises”. Cada una cambia, es diferente en algo pese a que la rutina tire de la red, menos una cosa: “Cada día me despierto feliz deseando que sea un buen día de pesca”.

Esa vocación la reconoce Juliana, agradecida con todos los miembros de la tripulación que “han tratado a Bruna como una hija”. Desde el capitán y el primer oficial hasta el jefe de máquinas, toda una tripulación que además de España y Brasil representa a Perú, Chile, Ghana e Indonesia, haciendo valer su apuesta por la diversidad como arma para combatir la falta de relevo.

A ojos de la madre, la clave es que Bruna convive con más gente que está “enamorada” de su profesión, que tiene la paciencia para enseñar y que da pie a que quienes están comenzando ganen confianza para hacer las cosas del día a día, al fin y al cabo “arriesgar su vida para poder llevar pescado a platos de gente que no conocen”. Y Bruna va poniendo en práctica todo lo que aprendió en tierra, “toda la responsabilidad de cuidar el buque y a las 27 personas que viajan a bordo, e indirectamente a las 27 familias que están esperando su vuelta”.

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